La Fe de su Madre

Era una joven judía que estaba comprometida con un joven carpintero del pueblo. Sus padres, Ana y Joaquín, estaban contentos con su elección. María amaba a José que era un hombre recto, gentil, conocido y querido en el pueblo. Hizo los mejores muebles e implementos agrícolas. Pero Dios tenía otros planes para ellos.

María era una mujer saturada de las Escrituras y llena de historias de sus antepasados. San Agustín decía, “María concibió a Cristo, el Verbo en su corazón antes de concebirlo en su vientre”. El Dios que conocía era un Dios lleno de compasión y amor. Había liberado a su pueblo y los había sacado de la esclavitud.

Así que cuando el Ángel Gabriel se acercó a ella y le pidió ser la Madre del Salvador, ella no pidió una señal como lo hizo Zacarías. Para María aceptación y voluntad de cooperar con el plan de Dios era suficiente. Ella respondió, “Hágase en mí según tu palabra”. (Lucas 1,38) María no entendió completamente las implicaciones de lo que aceptó, pero se puso a disposición del plan de Dios.

¿No es eso lo que es la fe? Es un salto de lo que es racional a lo que está más allá de la comprensión. Toda su vida María tuvo que reflexionar sobre los acontecimientos de su vida y el significado de la vida de su Hijo y su papel en la salvación del género humano. Como Él, ella también tuvo que crecer en “sabiduría, edad, y gracia”. Jesús mismo dijo, “Nadie conoce al Hijo sino el Padre”.

La fe de Su Madre tenía que abrazar el misterio de su origen divino. A través de los acontecimientos de sus vidas, María llegó a comprender más profundamente su propia vocación divina. No escribió libros, no nos dejó mensajes grabados. ¡Cómo nos encantaría poder leer el registro de las vidas de la Sagrada Familia! Ella nunca llegó a los titulares ni se destacó entre la multitud. La suya fue una vida ordinaria escondida mientras vivía en Nazaret. Los Evangelistas no dan detalles de su vida a lo largo de los años formativos de Jesús.

Su fe, siempre inquebrantable, nos anima a medida que avanzamos en nuestro camino terrenal. Entregarse a lo largo de la vida a la verdad de la Palabra de Dios y sufrir las pruebas y los dolores de la vida es modelarse así mismo en María, el perfecto modelo y discípulo fiel. Una mujer anciana una vez se escuchó diciendo, mientras estaba de pie frente a la estatua de María, “Los azotaste a todos, Madre de Dios. Los venciste a todos”.

Bienaventurados los que creen. Parece que la fe crea un espacio en nosotros para recibir los dones de Dios. Hizo grandes cosas por María. Él puede hacer grandes cosas por nosotros si creemos. Puede quitarnos nuestra mezquindad y nuestro egoísmo y darnos un corazón lleno de compasión y amor.

Todo lo que necesitamos es tener la fe que lo arriesga todo. No es cosa fácil, así que necesitamos la ayuda de María para seguir adelante. Ella es nuestra Madre amorosa y su preocupación es por nuestro bienestar y felicidad. ¿Quién conoce mejor que María el costo de la fidelidad?

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