Ven, Señor Jesús, ven

El Adviento de este año parece tener un sabor diferente al de cualquier otro. Parece que todos estamos confundidos en un mundo desconcertante, en el que las guerras se intensifican a pesar de los esfuerzos por la paz, las protestas, las delegaciones internacionales para el cese al fuego y la oración constante.

En Europa, tenemos la guerra entre Rusia y Ucrania, que está provocando una destrucción y un horror sin sentido. En Oriente Medio, la guerra entre Israel y Palestina se está intensificando y extendiéndose en todas direcciones.

Los refugiados de todo el mundo huyen y buscan refugio y hospitalidad, algo que es escaso. Como sabemos por la «huida a Egipto», nosotros también vivimos hoy esta realidad migratoria en nuestras propias puertas.

La Madre Tierra sufre inundaciones, sequías y hambrunas de proporciones masivas debido al calentamiento global. ¿Por dónde empezamos?
¿Dónde encontramos la esperanza? ¿Qué tipo de futuro estamos dejándoles a nuestros hijos?

Cuando era novicia, el libro La mujer envuelta en silencio, del padre John Lynch, era un éxito de ventas: un poema épico clásico sobre la respuesta de María a la intervención de Dios en su vida. Nos sentábamos piadosamente con María envuelta en silencio mientras caminaba por los polvorientos caminos de Palestina, preguntándonos qué le había pedido Dios y meditando muchas cosas en su generoso corazón, abierto a Dios, mientras esperaba.

Creo que ahora podemos identificarnos con ella, preguntándonos, meditando y esperando un rayo de esperanza, tratando de creer que la luz vencerá a la oscuridad en nuestro mundo fracturado. Miramos con impotencia a las mujeres de Palestina en nuestras pantallas, totalmente desconcertadas. María estaba desconcertada y «perpleja», preguntándose: «¿Cómo puede ser esto?», y luego la Escritura nos dice que «el ángel la dejó». Ahora tenía que permitir que Dios la llevara fuera de su zona de confort hacia un camino contracultural a un gran costo.
Jessica Powers escribió sobre el Adviento: Espero en la oscuridad de María, el lugar fortificado de la fe, con la esperanza de la natividad.

Al acercarnos al Adviento, sostenemos nuestro mundo fragmentado como una cuna, sabiendo que el Verbo, que plantó su tienda entre nosotros, prometió estar siempre con nosotros. Su presencia está en todas partes. Escuchemos atentamente sus pasos.

Richard Rohr nos recuerda constantemente que debemos hacer bienvenido al Cristo Universal, al Cristo Cósmico, al Cristo que nace eternamente en el alma humana y en la historia. Este es el misterio para el que debemos hacer espacio y por el que debemos envolvernos en silencio, para estar lo suficientemente callados, como dice Tagore: «¿Has oído sus pasos silenciosos? Él siempre viene, en cada momento, en cada época...». Cultivemos este misterio y dejémonos guiar.

Ven, Señor Jesús, ven.

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