Nacido para cambiar el mundo

La Navidad es una fiesta de niños. Vemos imágenes de un niño nacido en un pesebre rodeado por animales, María y José alrededor de la cuna. Aunque recordar el nacimiento de Jesús es el motivo de la Navidad, fuera de las iglesias, es reemplazado por las empresas seculares, no-cristianas buscando como hacer dinero. Los vendedores has dejado a Cristo fuera del pesebre al proclamar “felices fiestas.” ¿Han ganado los paganos?

Parece que si, ya que la Iglesia que debe proteger la memoria y enseñanzas de Cristo mayormente ha olvidado quien era y es al igual que el valor de su vida y el amor que nos dio. Han perdido al hombre, Hijo de Dios, y hemos desarrollado una religión sacramental con ritos y rituales sin fin que son tanto de rutina que parecen un espectáculo sin sentido. La gente participa porque es tradición y la apatía e indiferencia reinan. Pocos feligreses se llenan y dirigen por el Espíritu Santo hacia la justicia, los derechos humanos y la compasión. Poco hablan contra los males. El hombre que vino de Dios es oscurecido por el murmullo de rituales irrelevantes del día a día. ¿Quién era Jesús y que nos enseñó?

Era un judío pobre. Su padre era carpintero. Nació rodeado de animales en la pobreza. El bien sabía que no tenía estatus en la vida, sin educación formal, sin propiedades y sin influencia hasta que comenzó a andar por Palestina contándole a todos sobre la igualdad. Les decía que la pobreza no era castigo de Dios, sino obra de los codiciosos y que eso tenía que terminar. Enseñó que los empleadores deben pagar sueldos justos e hizo un llamado a los ricos a llevar justicia social a los pobres.

Era un hombre de justicia, paz, bondad y amor que dio su amistad a todos los que la quisieran. Una vida del espíritu, dijo, superará hasta la muerte. El amor vivirá para siempre. Invito a sus seguidores a compartir en la amistad y lavó sus pies como un sirviente.

Le enseñó a cualquiera que las mujeres y niños tienen los mismos derechos que los hombres, que todos caminan el mundo como hijos de Dios en una familia. Nadie quiere ser excluido, sin importar su religión, genero, color o etnicidad. Todos deben ser incluidos. Somos iguales, dijo, y compartimos la misma dignidad.

Su mensaje fue especial para los pobres, marginados, inmigrantes, refugiados y vagabundos. Vino a cambiar una sociedad dirigida por los ricos y se la dio a los pobres. Nos retó a vivir en justicia y compartiendo los dones de la tierra para mantenerla en paz, limpia y sustentable. Pero no es así. Hemos fallado, la destrucción ambiental está en camino. Violencia, guerra, males, abuso e inquietud social abundan. La paz y la justicia están lejos. Hemos ignorado sus palabras.

El llamado del Nazareno a cambiar la sociedad no fue bienvenido. La idea de igualdad inquietaba a los sacerdotes santurrones del templo. Perturbaba a los ancianos y amenazaba a los que tenían el poder. Igual que hoy, la verdad retará e incomodará a los poderosos.

La historia que más les afectó fue la del hombre sin estatus, marginado, enemigo despreciado: un inmigrante de Samaria, que ni siquiera era judío. Era el único compasivo cuando a los otros no les importó. Acudió al lado de un judío que moría, herido en el lado del camino. Un sacerdote vino y lo esquivó – abandonándolo. Luego un miembro de la elite lo vio e hizo lo mismo.

El marginado era inmigrante. Era seguro de sí mismo, sin miedo, intolerancias o tendencias racistas. Demostró valentía, compasión y misericordia al cuidar, sanar y presentarle ayuda a largo plazo al judío herido, un extraño, un enemigo. Era el modelo del buen vecino. El rico de la elite no.

¿Harían lo mismo los dirigentes actuales de Israel? De hacerlo, habría menos odio, violencia y muerte. ¿Darian la misma bienvenida los europeos y los americanos a los inmigrantes y refugiados? Cuando escuadrones de la muerte atacaron a la familia de Jesús, huyeron de Egipto y fueron bienvenidos. Hoy, en las fronteras de las naciones ricas les negarían la entrada. 

La historia habla sobre la compasión, misericordia y amor y nos reta a ver a nuestros vecinos como el Samaritano.

Los poderosos no pudieron aceptar la crítica honesta. Conspiraron y levantaron acusaciones falsas hasta que lo condenaron a la pena de muerte. Lo mataron por su amor a la verdad, su rechazo de la cultura de muerte y mal y por eso lo condenaron. No se quedó callado, no viró su mirada a los asesinatos, injusticia, opresión, pobreza e hipocresía. 

Era el final, pero también era el comienzo de su misión para cambiar el mundo, ponerlo de cabeza y traer sabiduría, luz, verdad, honestidad e integridad a las vidas de sus seguidores. De esto se trata la Navidad y somos bendecidos si podemos vivirla de esta manera.

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