Recordando a la Hna. Janet Gildea

Muchos vivimos con la preocupación del día de nuestra muerte, quizás hasta le tememos, pero hemos olvidado un detalle importante: ¡no es el fin! La muerte y resurrección de Cristo son una promesa de nuestra resurrección a la vida eterna en el Reino de los Cielos. En este tiempo de Pascua, reflexionemos sobre la muerte de manera positiva, recordando que después de la muerte es que la verdadera vida comienza. 

El siguiente artículo es la transcripción de una homilía dada por el Columbano Bill Morton el 26 de abril del 2019 en conmemoración de la difunta Madre Janet Gildea, quien trabajaba con los Columbanos en la frontera, en su misa de Resurrección. 

¿Por qué estamos hoy aquí? No es una pregunta ociosa. ¿Por qué estamos aquí? ¿Para celebrar y conmemorar la vida y la muerte de la Hna. Janet Gildea? ¿Para apoyarnos mutuamente y apoyar a la comunidad de Janet, las Hermanas de la Caridad de Cincinnati y la Casa Caridad en un momento de tremenda pérdida y profunda bendición? ¿Porque la Hna. Janet de alguna manera tocó nuestras vidas o la vida de alguien que amamos? Y muchas otras razones. ¿Y la razón fundamental por la que estamos aquí? 

 

¡Porque Jesús de Nazaret Resucitó de entre los muertos!

Jesús de Nazaret, la Palabra de Dios hecha carne en el vientre de la Virgen María, cumplió Su misión de anunciar la Buena Nueva a los pobres, a través de Su predicación, Su curación y Su reconciliación. Después de Su muerte injusta y humillante en la cruz, Jesús, después de tres días, resucitó de entre los muertos como la señal definitiva de que Él es realmente el Ungido enviado por Dios para nuestra redención.

Si Jesús no hubiera resucitado, hoy no estaríamos aquí.

Hoy estamos aquí por aquellos que se encontraron con Jesús, llegaron a creer en Él y fueron bautizados en su muerte y resurrección, convirtiéndose en nuevas criaturas con un nuevo propósito en la vida: amar a Dios con todo su corazón y al prójimo como a ellos mismos.

En obediencia a las instrucciones de Jesús, llevaron Su mensaje hasta los confines de la tierra, bautizando a nuevos creyentes en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, instruyéndolos a obedecer todo lo que Jesús enseñó.  

Estamos aquí porque de alguna manera a lo largo de la historia de dos mil años, Janet Gildea llegó a creer en este mismo Jesús y fue bautizada en su vida y muerte y se convirtió en una creyente cristiana.

Estamos aquí porque Janet dijo "Sí" a la invitación del Señor resucitado para seguirlo como una mujer religiosa, una doctora, una maestra, una sanadora y una servidora de los más pobres entre los pobres.

Estamos aquí, en esta Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en el Segundo Barrio, porque Janet deseaba que su misa de  Resurrección se celebrara cerca de su amada frontera, en una comunidad donde los pobres y los migrantes encuentran su hogar. (Gracias Padre Ron y comunidad jesuita.)
                                                                                                                                          
Estamos reflexionando sobre estas lecturas y este Evangelio de San Mateo, porque la Hermana Janet sintió que resumían el llamado de su vida y su misión. Ella deseaba que se proclamara, una vez más, en el momento de su muerte y paso a la vida eterna.

 

Porque el amor de Cristo nos impulsa…  

La hermana Janet era un ser humano hermoso. Usaba todos los dones que tenía para servir a los demás y para reunir a los demás con el fin de servir al Reino de Dios. Como Jesús, ¡Janet fue una "invitadora" irreprimible! La casa de las Hermanas siempre estaba llena de gente, especialmente mujeres jóvenes, algunas veces pensé, "Caray, esto es una locura," pero Janet era como la jardinera que le dice al maestro que no corte la higuera: "dale otro año, dice, déjame cultivarlo y poner un poco más de fertilizante y ver si puede producir algo de fruto.”

Janet era una mujer de fe que amaba la liturgia, la música sacra y la oración personal. Era una mujer eucarística y su mesa siempre estaba lista para alimentar a quien se presentara. Fue una codiciada directora espiritual, confidente para muchos y, a la vez, estuvo disponible durante horas para las almas en angustia.

Más que cualquier otra cosa, la Hermana Janet siempre quiso vivir en comunidad: vivir, comer, orar y trabajar de manera compartida con otras Hermanas de la Caridad y otras personas de fe y buena voluntad que querían estar al servicio de los pobres y de los demás desconocidos. En el mundo de hoy, parece que el único remedio es la vida comunitaria y el amor por el bien común. La voz profética de la Madre Janet, nos impulsa por el amor de Cristo, ¡para alimentarnos todos(as) en la mesa de la creación!

Durante once años, Janet vivió con cáncer de ovario, se sometió a numerosas cirugías y terapias, nunca se quejó ni cayó en la autocompasión. Ella vivió cada periodo de recuperación al máximo y, cuando se hizo evidente el final, a menudo dijo: "Quiero vivir en mi muerte." Y lo hizo.

Vive como si te hubieras levantado de entre los muertos ... ¡porque, de hecho, es la verdad! En el bautismo morimos y fuimos enterrados con Cristo y resucitamos, nuevamente, con Él a la novedad de la vida, nuevas criaturas llamadas al servicio humilde de los necesitados para la mayor gloria y honor de Dios.

Vive con un corazón resucitado, con Jesús como tu compañero en la misión, que nos guía un día a la vez, pon en práctica todo lo que Él nos enseña en Mateo 25. Y como una de las canciones favoritas de la Madre Janet por Marty Haugen: ¿Quién irá si no lo haces tú?
 
La voz profética de la hermana Janet nos llama a la mesa de la creación, a todos y a cada uno, hermanos y hermanas, donde siempre hay un lugar suficiente para compartir.  Somos una familia. La familia de Dios. Si el migrante no es mi hermano/hermana, Dios no es mi Padre.

Somos el Cuerpo de Cristo.

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