Los Misteriosos Hilos de Dios

Cuando era adolescente, Edward Galvin disfrutaba buscar aventuras con sus amigos. Durante una de sus escapadas de caza, arrojó un lazo sobre el gato de un vecino que corría por un techo y lo tiro al suelo. Inmediatamente, algunos perros que estaban ansiosos por compartir en la aventura, hicieron trizas al gato.

Tal broma de adolescentes nunca habría salido en las noticias de no haber sido por el hecho de que el gato era la preciosa mascota del sacerdote local, el Padre O’Connor. Él estaba profundamente molesto y tomó acciones legales contra Edward y sus acompañantes. El resultado fue que el padre de Edward tuvo que pagar una multa, mientras que los tres adolescentes soportaron la vergüenza y el escándalo en su comunidad local y en la escuela.

Hasta ese momento Edward era considerado un estudiante promedio. Sin embargo, como consecuencia de la ansiedad y el estrés que resultaron del incidente anterior, no aprobó sus exámenes y tuvo que repetir ese año académico. Peor aún, la desgracia y el fracaso amenazaron con hacer fracasar su preciado sueño de convertirse en sacerdote. Sin embargo, para su alivio, después de completar la escuela secundaria, su solicitud en el seminario fue aceptada y varios años después fue ordenado sacerdote para la diócesis de su comunidad.

Padre Edward Galvin siempre había asumido que pasaría su vida ministrando en parroquias cercanas a su hogar y cerca de su familia en Irlanda. Sin embargo ese año, por primera vez, no hubo vacantes para los sacerdotes recién ordenados en ninguna de las iglesias locales. Como consecuencia, su obispo lo envió a ayudar en una parroquia en Brooklyn, Nueva York con el entendimiento de que regresaría unos años más tarde.

Una noche en Nueva York, se encontró con el Padre John Fraser, que acababa de regresar de China. Sus historias sobre los desafíos misioneros en ese vasto y lejano país tocaron el corazón del Padre Edward Galvin. Durante las siguientes semanas, mientras consideraba esas historias, sintió que Dios lo llamaba para que no regresara a su hogar, sino para convertirse en un sacerdote misionero en China.

Padre Edward Galvin dedicó el resto de su vida a la misión en China y se convirtió en el primer obispo de la diócesis de Hanyang. No solo eso, como uno de los fundadores de la Sociedad Misionera de San Columbano, inspiró a innumerables hombres y mujeres a seguir sus pasos en convertirse en misioneros de todo el mundo.

Una broma adolescente, el fracaso de un examen, la migración y una reunión al azar en una ciudad extranjera se convirtieron en los misteriosos hilos que Dios tejió juntos en la historia de vocación de Edward Galvin. Al reflexionar sobre los giros y vueltas de tu vida, ¿hacia dónde te está guiando Dios?

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