Una Misa por los Difuntos en la Frontera

Cada año los obispos y clero de Las Cruces, El Paso y Ciudad Juarez celebran una Misa en la frontera entre El Paso, Texas y Ciudad Juárez, México para conmemorar las almas de los que mueren tratando de cruzar hacia los Estados Unidos. Algunos mueren exhaustos por el hambre y el cansancio, otros son asesinados por los traficantes de personas o el narcotráfico. En este día oramos por los migrantes, por justicia, paz y respeto, y porque se respete la dignidad humana en ambos países.

Hace 4 años asistí por primera vez a la Misa de la frontera cuando acababa de llegar desde las Islas Fiji a Rancho Anapra, en Ciudad Juárez. Nuestra parroquia Corpus Christi es la más cercana a la valla. Yo no conocía a nadie todavía, ni tampoco hablaba español. Entendí algunas partes de la Misa porque fue bilingüe. Pero aún más  observaba lo que estaba pasando.  Vi a la policía de la patrulla fronteriza en el lado estadounidense  y la policía federal en el lado mexicano y a ambos lados la gente, los obispos y los sacerdotes. Durante la señal de la paz, me sentí emocionada al ver a la gente que se daba la paz entre sí y a través de la valla. Una señora me dio el saludo de la paz y después se volvió hacia la valla y metió sus dedos para tocar y decir a la persona en el lado estadounidense: “que la paz sea con usted”. Me dije: Dios mío, tú creaste el universo y no había división, pero ahora al darnos la paz hay división, la valla nos divide”. Sin embargo en el  momento de la Comunión sentí que éramos realmente una familia y que aunque la valla nos separaba físicamente estamos unidos en nuestra fe.

Ahora después de 4 años viviendo aquí en México en Rancho Anapra, y hablando el español, siento una gran conexión con la gente de la parroquia y siento que entiendo mejor lo que dijo este año el Obispo de las Cruces, Mons. Oscar Cantú: "Todos somos migrantes y todos somos ciudadanos en el Reino de Dios". Estas palabras me recordaron un día que subí a la colina donde está nuestra capilla en construcción y encontramos a tres hombres orando ante la estatua de la Virgen. Ellos eran migrantes que iban a cruzar la frontera para buscar trabajo. Cuando terminaron de rezar les pregunté si eran de Juárez. Me dijeron que no, que eran de diferentes partes de México. Entonces les conté que yo era extranjera de Fiji y que el Padre Kevin era de Australia y que seguro que en el cielo Dios no nos iba a decir: a este lado los de México y a este otro los de Fiji y que los de Australia pasen primero porque no necesitan visa, y todos nos echamos a reír. Todos somos iguales, hijos e hijas de Dios creados a su imagen y semejanza. Genesis 1, 26-27. Dios creó el universo sin divisiones ni fronteras. Somos los hombres los que hacemos las fronteras.

Viviendo como misionera laica entre mis hermanos de México aquí en la frontera, he aprendido que el lenguaje del amor de Dios nos une como un solo cuerpo y una sola familia humana. Somos iguales porque Dios nos ama igual.

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