Como ministro y agente de pastoral de la Iglesia, a menudo me encuentro en una posición incómoda cuando alguien se me acerca con una petición, que al menos en ese momento, no puedo conceder debido a su situación irregular. Por ejemplo, hace muchos años en Chile, trabajé en una pequeña parroquia rural. Las 32 capillas rurales de la parroquia celebraban la Eucaristía una vez al mes. Un domingo, llegué a una capilla en particular y se me informó que habría un bautismo durante la Misa. El catequista presentó a los padres y futuros padrinos del niño. Sin embargo, había un problema. Los futuros padrinos no estaban casados por la Iglesia. Por lo tanto, llevé en privado a los padres y les pregunté por qué habían escogido a esa pareja como padrinos. Dijeron que por su amistad y el compromiso amoroso de unos a otros por casi 40 años. Les pregunté a los futuros padrinos si estaban casados civilmente. Sí, respondieron. Les pregunté si eran católicos. Sí, respondieron. Pregunté si se habían casado antes con otra persona por lo civil o sacramentalmente. No, respondieron. Les pregunté si tenían algún problema para casarse por la iglesia. No, respondieron. Por lo tanto, les propuse lo siguiente a los padres y futuros padrinos; no celebraríamos el bautismo ese mes. En cambio, los futuros padrinos presentarían toda la documentación en la oficina de la parroquia para recibir el proceso sacramental del matrimonio. El siguiente mes, celebraríamos el sacramento del matrimonio de los futuros padrinos. A continuación, se celebraría el bautismo con los recién casados como padrinos. Les pregunté si todos estaban de acuerdo y dijeron que sí. El mes siguiente tuvimos una alegre celebración.
Esta experiencia es fruto de mi tentativa y error personal para desarrollar una aplicación pastoral de las enseñanzas y directrices de la Iglesia en la que las personas se sienten escuchadas y respetadas aun cuando su petición es denegada. Las siguientes son pautas que sugiero para cualquier ministro, laico u ordenado, en un entorno pastoral.
- La dignidad humana es fundamental. Como ministro, debes tener continuamente ante ti la imagen de un frágil hijo de Dios que pide ser escuchado. Hay que reconocer que viene a ti por ayuda lo cual requiera un gran esfuerzo de humildad de su parte. Como Jesús quien respetuosamente acompañó a los pecadores como prostitutas, trate de estar presente y respetuoso evitando actitudes que pueden estigmatizar. Estás creando un espacio seguro para la escucha compasiva. Proporcionar un oído objetivo y compasivo puede ser todo lo que necesitan.
- Conoce la historia de trasfondo. Como dicen, nunca juzgues un libro por su portada. Inicialmente, su situación puede parecer sencilla y obvia. Sin embargo, no asumas inmediatamente lo que buscan o cual es la solución. Por lo general, la mayoría no da a conocer todos los detalles. Una simple pregunta cómo, “¿cómo llegaste a esta situación?” invita a la persona a desarrollar su historia dando más antecedentes. Puede haber detalles ocultos que pueden darle a usted, el ministro, más opciones con las que trabajar. También, muestra tu interés en querer ayudar.
- Ve más allá del “NO”. Si no puedes cumplir con lo que la persona pide, no digas “no”, no puedo” y cierres la puerta. Toma tiempo para explicar las directrices y enseñanzas de la Iglesia. Los conceptos erróneos y la falta de formación son comunes, y, como ministro, debes tratar de remediar esto. Y, si no te sientes confiado de proporcionar una explicación adecuada, no dudes en decir, “Me pondré en contacto con usted con más información”, y busque el asesoramiento de un experto en el área. O bien, refiéralos a alguien que pueda ayudarlos mejor. Reconoce tus propias limitaciones.
- Avanza siempre. Después de explicar por que no pueden recibir lo que buscan, puede explorar respuestas pastorales alternativas que puedan satisfacer las necesidades de la persona, aunque sea temporalmente, sin dejar de respetar los lineamientos de la Iglesia. O bien, sugiera como pueden trabajar para obtener lo que buscan. Puede que no suceda de la noche a la mañana, pero darles un camino esperanzador hacia adelante es mejor que un rechazo rotundo.
Este enfoque pastoral considera sagrada la dignidad y la historia del otro. Permite a la persona ser escuchada y, en consecuencia, ser atendida con respeto. Incluso si no puedes cumplir su solicitud, tu tiempo y esfuerzo de guiarlos a través del proceso serán muy apreciados y reducirán los sentimientos de rechazo. Como dijo Jesús: “Sed misericordiosos, como tu Padre es misericordioso. No juzgues, y no serás juzgado; y no condenes, y no serás condenado; perdona y serás perdonado” (Lucas 6:36-37).
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