Una Carta de Dios

¿Por qué escogiste unirte a los misioneros Columbanos y no a alguna otra organización misionera? es una pregunta que con frecuencia me hago. Mi respuesta simple es, “¡Una Carta de Dios!”, que generalmente me lleva a la otra persona siendo mucho más inquisitiva.

Después de graduarme del colegio, me moví a un pueblo mediano para estar más cerca de mi nuevo trabajo. Mi departamento estaba situado en un edificio de tres pisos, un piso arriba del nivel de la calle – otro inquilino vivía en el piso de arriba, mientras que abajo estaba la oficina de un agente de bienes y raíces. Un año después, la oficina de bienes y raíces cerro, quedando vacío el piso de abajo al nivel de la calle. Sin embargo, no le di ninguna importancia, ya que no podía imaginarme que estas circunstancias tuvieran algún impacto en mi vida.

Al año siguiente, decidí llevar adelante mis planes de convertirme en un sacerdote misionero. Como era el tiempo antes de la era de la internet, escribí cartas pidiendo información a dos organizaciones misioneras con las que era algo familiar gracias a sus revistas mensuales.

Unas pocas semanas después, recibí respuesta de una de esas organizaciones, los misioneros Columbanos, invitándome a emplear un fin de semana en sus comunidades. Gracias a ese fin de semana, desarrollé una clara imagen de la vida misionera, que fortaleció mi resolución de llevarlo a cabo. Sin embargo, no estaba aún listo para hacer mi decisión.

Por varias semanas esperé la respuesta de la otra organización misionera, esperando que ser invitado a una experiencia similar de un fin de semana con la comunidad. En aquel tiempo, ¡me había parecido que su revista misionera era más atractiva que la de la revista misionera de los Columbanos! Además, pensaba que sería de gran ayuda para mi proceso de discernimiento poder comparar y contrastar mi experiencia en las dos comunidades. Sin embargo, aunque checaba cada tarde mi buzón de correo al volver del trabajo, no había respuesta. Mi desilusión creció.

Durante las semanas siguientes, continué aprendiendo más acera de los misioneros Columbanos, y entonces finalmente me decidí a hacer una petición formal para entrar a su seminario. Después de que fui aceptado, le notifiqué a mi empleador de que me iba a mover, e informé a la casera del lugar de que iba a desocupar mi apartamento. Sin embargo, mientras atendía otros varios asuntos durante el periodo de transición, me preguntaba de tiempo en tiempo por qué no había recibido una respuesta de la otra organización misionera. Me daba la impresión de que una pieza del rompecabezas aún faltaba.

El día que tenía que dejar mi departamento, cuando volvía del trabajo, la casera esta esperándome para despedirme. Después de intercambiar hechos agradables, me entregó una carta, explicándome que la había encontrado en el buzón de la oficina vacía de los bienes y raíces. Era de la otra organización misionera y había estado ahí en el buzón equivocado por cinco meses. Me quedé asombrado: era la única carta depositada en ese buzón por todo el año que la oficina había estado vacante.

En ese momento, sentí que una mano misteriosa había guiado mi decisión de unirme a los Columbanos en lugar de la otra organización misionera. Desde entonces, en el transcurso de muchos años, he tenido un aprecio más profundo de a ver sido guiado por Dios hacia la vivencia misionera de los Columbanos gracias a la carta extraviada. 

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