Un Equipo de Supervivencia para la Vida

Durante mi tiempo de miedo, me di cuenta de que las personas a mi alrededor me ayudaron a pasar de la cultura del miedo a la cultura del cuidado…

“No temas, porque estoy contigo; no te desanimes, porque soy tu Dios. Te fortaleceré y ayudaré, te sostendré con mi diestra justa”. (Isaías 41,10)

Durante esta crisis de pandemia global, acostumbrarse a una nueva forma de vida conlleva sus desafíos. Enfrentarse a esta nueva realidad ha causado muchas dificultades para todos, por lo que está afectando a nuestro estilo de vida, trabajo, misión, escuelas, y el temor de entrar en contacto con los demás. Por lo tanto, la nueva normalidad es una sensación de ola rompiente, ya que se apodera de mucha gente al escuchar la repentina noticia de que sus seres queridos han partido a un mar distante donde no hay retorno. A medida que esta “nueva normalidad” continua amenazando a millones de personas en todo el mundo se enfrentan con las mismas preocupaciones de salud por las se enfrentan al miedo, ansiedad, inquietud, ira, y tristeza.

Me enfrenté a esta sensación cuando un sábado desperté en estado de shock al darme cuenta de que mi cuerpo no se sentía normal. Desperté estornudando, tosiendo, con una elevada temperatura corporal, y empecé a perder mi sentido de gusto y el olfato. Comencé a aislarme de salir a la comunidad y fui a una prueba. La mañana después de mi prueba de saliva, recibí un correo electrónico con mi resultado del laboratorio de la Cruz Roja y la primera cosa que vi fue que mi resultado estaba impreso en rojo. Estaba tan asustada y muchas preguntas sin respuesta pasaron por mi mente mientras me preguntaba “¿Y si…” lo que me agotó emocionalmente. Después de un rato recibí una llamada del laboratorio preguntándome si estaba bien. Aunque preocupada y temerosa, fingí que todo estaba bien y traté de negar el hecho de que estaba enferma, lo que no era una buena respuesta por mi situación y por las personas con las que vivo. Pienso que tenía miedo de que me llevarán a una unidad de aislamiento que se sabe es incómoda.

Mis veintiún días de aislamiento en la casa mirando las cuatro paredes de mi cuarto me produjo más estrés, tristeza, preocupaciones y otros sentimientos mezclados muy dentro de mí. Estaba desconectada de mis actividades en el ministerio, la asistencia a la iglesia y no había nada que hacer excepto orar dentro de las cuatro esquinas de mi habitación. Encontré un pasaje de las Escrituras en Isaías 41,10: No tengas miedo, porque Yo estoy contigo, no te desanimes, porque Yo soy tu Dios. Yo te fortaleceré y te ayudaré. Te sostendré con mi diestra justa. Las dificultades vienen en la vida, pero para superarlas, necesito estar fuerte lo que viene a través de la confianza en la palabra de Dios.

En momentos de gran estrés, ansiedad, temor y preocupación, lo mejor que hice fue mantenerme ocupada todo el tiempo invirtiendo mi energía en algo positivo. Necesitaba una gran energía positiva para luchar en contra de las fuerzas negativas. Con oraciones, fui capaz de profundizar en mi autoconocimiento y llegar al centro de mi afinador y regenerador de energía positiva para la supervivencia.

A pesar de que estaba lejos de casa, estaba muy agradecida con las personas que tenían la técnica, habilidades, y un enfoque mesurado para hacer las cosas. Su orientación fue de mucha ayuda para mi durante este tiempo de incertidumbre que me ayudó a enfrentar la enfermedad. Durante mi tiempo de miedo, me di cuenta de que personas a mi alrededor me ayudaron a pasar de la cultura del miedo a la cultura del cuidado. Su hospitalidad cuando el “yo” es remplazado por el “nosotros”, aún la “enfermedad” se convierte en “bienestar”. De hecho, las oraciones, la fe, confianza y el apoyo han sido mi equipo para sobrevivir.

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