Cuando me busquen me encontrarán

Jeremías es uno de los profetas del Antiguo Testamento. Nunca deseó ser un profeta y protestó en contra del llamado de Yahvé/Dios. Vivió en el tiempo de los últimos días de la monarquía de Jerusalén y de mala gana proclamó un mensaje de destrucción.

Pero, en lugar de sus mensajes de desastre, también tenía un mensaje de esperanza. En el Libro de Jeremías, capítulo 29, 11-13, escribe:

“Yahvé, Dios dice: ‘Porque yo sé muy bien lo que haré por ustedes: les quiero dar paz y no desgracia y un porvenir lleno de esperanza. Cuando me invoquen y vengan a suplicarme, yo los escucharé; y cuando me busquen me encontrarán, siempre que me imploren con todo su corazón”.

La Biblia es en realidad una Biblioteca de Libros. Hay muchos libros, pero siempre la misma idea central. El énfasis está en lo que Dios ha hecho por su pueblo. El pueblo del Antiguo Testamento no es muy diferente de nosotros hoy día. Esa es la razón por lo que la Biblia es uno de los libros más antiguos e influyentes que se han escrito. Algunas veces no es muy fácil leerlo ya que narra desastres y calamidades, muerte y destrucción. Pero ¿acaso no oímos lo suficiente de eso en la actualidad? ¿Escuchamos a nuestros profetas hoy?

Las personas del Antiguo Testamento creían que Yahvé, Dios, les habló a través de los profetas.  Les hablaron de un nuevo liderazgo y les dieron esperanza de una vida más igualitaria para todas las personas y libertad y prosperidad que los sostendría. Así que, estos sagrados libros cuentan la historia de la tierra y su evolución, su gente y sus leyes hasta la propagación del Cristianismo en el siglo primero D.C. A través de toda la Biblia, la fe de la gente brilla y los sostiene.

Tenemos las Buenas Nuevas traídas por Jesús en el Nuevo Testamento. Jesús predicó la venida del gobierno de Dios rompiendo los lazos del mal, el pecado y la muerte. Jesús fue el cumplimiento del Nuevo Testamento. Él fue el que los profetas esperaban. En Él estaba la esperanza del Pueblo Escogido.

En el Evangelio de Mateo leemos: “El pueblo que vivía en tinieblas ha visto una gran luz. Sobre aquellos que viven en un país de tinieblas una luz ha amanecido”. Esto fue para que se cumpliera lo dicho por el Profeta Isaías en Isaías 7, 14:

“El Señor dará una señal –La joven está embarazada y da a luz a un varón a quien le pone el nombre de Emanuel, es decir, Dios con nosotros”. La mujer que conocemos fue María, que allanó el camino para que todas las personas tuvieran acceso libre a la gracia por la que vivimos y confiamos en la esperanza de la gloria de los hijos de Dios. 

María es la promesa de nuestra redención. Ella y su hijo Jesús son las personas más importantes del Antiguo y Nuevo Testamento. Ambos están continuamente presentes para nosotros si solo los invocamos. Mientras Él colgaba de la cruz, Jesús entregó a su madre a todas las personas. Ella es tu madre y la mía. Ella estará cerca de nosotros mientras vivimos nuestra vida humana y por toda la eternidad cuando la encontremos en la gloria.

Santa María, Madre de Dios, y nuestra Madre, ruega por nosotros ahora y siempre.

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