O Padre omnipotente,
Dios de la verdad, Dios del amor,
permíteme entrar a la celda del conocimiento propio.
Admito que de mí no soy nada,
pero que todo el ser y la bondad que habitan en mi
provienen solo de Ti.
Muéstrame mis faltas
para que pueda odiar mi maldad,
y así huir de mi egocentrismo
y descubrirme vestido nuevamente
en el velo nupcial de la caridad divina
el cual debo tener para ser admitido
al nupcial de la vida eterna.
Amén.
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