Oh María, Madre de Dios

Bienaventurada sea la mente, el corazón, la mano,
que dibujó este justo ícono,
de belleza insuperable, más dulce,
Madre de Dios, extasiado en oración.

Toda pura es su cara, sus manos, su oculto corazón,
casto, blanco arrebato, como un resplandor de la mañana:

Ella reflexiona profundamente, muestra sus dolores,
¡lleva el peso de las almas en la baja tierra!
¡Impresionante, pero llena de amor y calor!
¡Inmaculada! sus alabanzas nunca cesan,
en los corazones que le aman y la aprecian; Madre de Dios!

Amén.