Abre Nuestros Corazones

O María, aquí estamos frente a ti
para encomendar a la Iglesia,
al mundo y a nosotros mismos a tu cuidado maternal.
Aboga por nosotros ante tu adorado Hijo
para que Él nos otorgue en abundancia el Espíritu Santo,
el Espíritu de la verdad que es fuente de vida.
Recibe el Espíritu por nosotros y con nosotros,
como sucedió con la primera comunidad
en Jerusalén en el día de Pentecostés.
Que el Espíritu abra nuestros corazones a la justicia y el amor
y que guie a las personas y naciones al entendimiento mutuo
y a un deseo firme de paz.
Te encomendamos a todas las personas, comenzando con los más débiles:
los niños aun por nacer
y esos que nacen en pobreza y sufrimiento,
los jóvenes buscando algún sentido,
los desempleados
y esos que sufren hambre y enfermedad.
Te encomendamos a todas las familias con problemas,
los ancianos sin quien los ayuden
y todos los que están solos y sin esperanzas.