Creando Comunidad

Una de las figuras más intrigantes pero misteriosas que Jesús usa en Su proclamación de las Buenas Nuevas es, “¡El Reino de Dios!”  ¡Está dentro de ustedes! ¡Está entre ustedes! ¡Ya lo es, pero todavía no! ¿Y cómo crece? ¡Como una semilla sembrada por el agricultor madura y brota durante la noche sin que el agricultor sepa cómo! Y siempre crece como las cosas más pequeñas y simples de la vida cotidiana. Una pizca de levadura hace que todo el pan se levante. La pequeña semilla de mostaza crece en el enorme arbusto donde incluso las aves pueden anidar. Es misterioso pero no es realmente difícil de entender. Lo que Jesús enseña es real y alcanzable si tenemos fe. Si trabajamos humildemente juntos como hermanos y hermanas de una familia. Si realmente creemos, Dios puede lograr cosas que irán mucho más allá de nuestra más salvajes imaginaciones.

En enero de 2019, cuando la política de permanecer en México de la administración de Trump forzó a miles de refugiados centroamericanos buscando asilo en los Estados Unidos a permanecer en México, los misioneros Columbanos se sintieron preocupados por su bienestar emocional y físico mientras esperaban, al principio por semanas, luego meses, y para algunos, más de un año para presentar sus casos en el Tribunal de Inmigración de los Estados Unidos. Había familias que vivían en las calles a medida que los refugios de migrantes se llenaban, superpoblados, y a menudo, mal administrados. Por la gracia de Dios, una edificio vacío cerca de la parroquia Columbana en Anapra nos fue prestado por las Hermanas de la Caridad de Cincinnati, para crear un albergue para mujeres refugiadas y sus hijos. Así en septiembre de 2019 nació la “Casa de Acogida”.

Cuando el COVID golpeó uno meses más tarde, las mujeres fueron obligadas a permanecer en la casa por largos períodos de tiempo, tratando de atender a sus hijos, comunicarse con sus familias y hacer las tareas diarias de cocinar y limpiar mientras aprendían a vivir en comunidad. ¿Qué podrían hacer para permitirles pasar el tiempo, algo creativo que pudiera estimularles y ayudarles a evitar la depresión y la desesperación? ¿Tal vez aprender algo nuevo, creando algo personal y hermoso e incluso ganar un poco de ingreso?

La coordinadora del Ministerio de Migrantes Columbano, Cristina Coronado, que había establecido la “Casa de la Acogida”, preguntó a su hermana, Maricela, una costurera experta, si podía enseñarles a las mujeres a bordar. Maricela dijo, “Sí”, y uno de esos caminos que conducen al Reino se abrió de par en par. Y como muchos caminos que conducen al Reino, este no era tanto el plan de nadie que se impuso, más bien, una respuesta a las necesidades de mujeres vulnerables y sus hijos.

Cuando comenzó la experiencia de bordado, se les preguntó a las mujeres que clase de imágenes les gustaría bordar. Eventualmente respondieron, algunas de ella llorando, que deseaban reproducir las flores de sus tierras nativas, los hermosos loros y quetzales de Guatemala y otras hermosas aves y flores de El Salvador, Nicaragua, y Honduras. Maricela dibujaba a lápiz sobre la tela y luego instruía pacientemente a las mujeres como bordarlas con amarillos y rojos brillantes, azules y marrones, verdes y magenta. A medida que continuaban mejorando sus habilidades y crecía su confianza como comunidad, decidieron que deseaban un nombre para su grupo. Después de un poco de debate y discusión, se les ocurrió un título muy ingenioso: “NicHonSaGua”, un acrónimo que empleaba las primeras letras de cada uno de sus países centroamericanos.


Finalmente, el Centro de Misión Columbano en El Paso comenzó a regresar a Anapra sus grupos de Educación de Concientización Fronteriza (BAE) y una de las principales solicitudes fue visitar la “Casa de Bienvenida”, donde las mujeres con sus niños compartieron sus historias a menudo desgarradoras de escapar de amenazas de muerte, violación, presión de unirse a pandillas, pobreza y corrupción. Se corrió la voz y otros grupos visitantes empezaron a venir a ver la Casa de Acogida y conocer las experiencias de estas valientes mujeres. El Programa del Encuentro Jesuita de El Paso, Las Hermanas de la Misericordia de las Américas y un grupo inusual: La Embajada Suiza de la Ciudad de México. El momento final de la visita era siempre una presentación, por parte de las propias mujeres, de sus ahora hermosas bolsas bordadas, que felizmente vendieron a los participantes del grupo. Cada uno se fue con un pedazo de América Central, un corazón movido por el coraje humano y la resistencia, y la bendita experiencia de vivir en una pequeño rincón del Reino de Dios por una o dos horas.

Ahora más seguras con sus habilidades de bordado, empezaron a imaginar otras posibilidades creativas de aplicar su oficio. Cristina dijo que a Ileana le gustaría bordar un casulla con una imagen del santísimo Sacramento. Como grupo, a las damas les gustaría bordar una casulla verde para el tiempo ordinario con una imagen de América Central y luego una vestidura de Adviento púrpura con un hermoso cactus, enmarcados en crema que caen en cascada por el frente de la casulla.

Poco a poco, estas refugiadas centroamericanas,  peregrinas y profetas en vida para recordarnos quiénes somos y como nuestra política y estilo de vida afecta a sus países empobrecidos, recibieron asilo en los Estados Unidos. Con su partida, discernimos el valor de invitar a mujeres de nuestra parroquia que estaban en riesgo, luchado económicamente o necesitadas de apoyo comunitario, a formar parte de esta comunidad de bordado que estaba tejiendo con sus manos y creando una nueva forma de vida para sus miembros, ¡y nuestra parroquia Columbana!

El grupo ahora reconfigurado, despegó y comenzó nuevamente a crecer: en habilidades de bordado, diversidad y profundidad. Había salvadoreñas, guatemaltecas, mexicanas de varios estados, haitianas, jóvenes, mediana edad, y ancianas, algunas con necesidades especiales físicas y emocionales, bordando con sus manos y creando un tapiz de relaciones con sus corazones. El Reino estaba aquí.

A veces sus reuniones eran contemplativas, con apenas una palabra hablada. Otras veces, era una cacofonía de voces y risas mientras compartían sus historias, problemas familiares, luchas personales, y las formas que su fe les había ayudado a encontrar el camino. Una mujer compartió en el grupo cómo vino a descubrir que era una persona por propio derecho, que existía, que además de cocinar, limpiar, planchar, y cuidar de su familia, era un individuo con pensamientos, opiniones, sus propias necesidades y sueños. Una de las mujeres que consideraba que no tenía fe en absoluto, a veces se sintió inspirada y conmovida por la fe de los migrantes que habían desafiado el infierno y aguas peligrosas para encontrar refugio para ellas y sus hijos. “Gracias a Dios”,  dirían acerca de llegar a un lugar seguro como la Casa Acogida. Expresando sus esperanzas y deseos de continuar el viaje migratorio a una vida mejor, “Primero Dios” o “Si Dios quiere”, lo que significa, “Si es la voluntad de Dios ¡que así sea!” Las vidas se enriquecieron, se ampliaron, a medida que se formaron nuevas amistades y la parroquia se encontró aprendiendo cómo un simple proyecto pudo dar fruto de muchas maneras inesperadas. El Reino de Dios estaba creciendo.

El pasado mes de junio celebramos el primer aniversario del Proyecto Bordado en la Parroquia. Tuvimos un Misa especial con un hermoso estandarte que las mujeres crearon al unir juntas sus imágenes bordadas y tituladas cada una con palabras que expresan la esperanza de Dios para la familia humana: Amor, Fe, Paz; Comunidad, Encuentro; Esperanza, Libertad, Justicia, Solidaridad colgaban junto al altar. Antes de la bendición final, varias mujeres compartieron como su participación en el grupo había cambiado sus vidas. Era el momento de dar gracias por la manera misteriosa que Dios nos estaba evangelizando a todos en la parroquia a través de la presencia de este simple proyecto en nuestra comunidad destinado a proporcionar un espacio seguro, algún significado y acompañamiento para emigrantes vulnerables. Después de la Misa, hubo una deliciosa comida preparada por las mujeres, y todos se quedaron para disfrutar de la celebración de vida, esperanza, y la comunidad que el grupo había tejido.

Tuvimos otro acontecimiento el 18 de octubre de 2022, cuando tuvimos la gran inauguración de una exposición especial en el Museo del Instituto Nacional de Bellas Artes en Juárez. Esta muestra estuvo relacionada con el Premio de William Bullock que Cristina recibió de la Universidad Autónoma de México (UNAM) como resultado de su trabajo con mujeres en riesgo en Juárez. Reflejó la formación y crecimiento de la Casa de Acogida y el Proyecto de Bordado. Incluyó un hermoso foto-collage de la vida cotidiana en la Casa de Acogida, piezas bordadas por las mujeres y pinturas originales de Yvonne, una joven de El Salvador que decidió quedarse en Juárez para servir como voluntaria a otros migrantes.

“La Casa de Acogida no es tanto un albergue, sino una comunidad de fe compuesta de mujeres de Juárez y mujeres inmigrantes que se conocieron como resultado del éxodo de miles de refugiados de Centroamérica buscando asilo en los Estados Unidos. En medio de un panorama sombrío, la comunidad que surgió en este lugar ha sido como una segunda familia para los participantes. Mujeres solteras y mujeres con niños pequeños formaron un vínculo que se hizo más íntimo al compartir historias, sueños y esperanzas alrededor de la mesa de bienvenida en la cocina de la Casa de Acogida. El proyecto de bordado es como una búsqueda para capturar y transformar historias de dolor, esperanza, y fortaleza a través del arte, ofreciendo a las mujeres de la Casa de Acogida la oportunidad de obtener algunos ingresos, pero también de conectar con los habitantes de Anapra, una de las zonas más pobres de Ciudad Juárez. Casa de Acogida iniciada como una respuesta a las necesidades de mujeres migrantes vulnerables, siguiendo sus orígenes de fe y solidaridad, seguirá siendo un espacio de acompañamiento personal y crecimiento espiritual para mujeres y, si Dios quiere, tendrá un impacto en la comunidad que la rodea”.

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