Viviendo la Vocación del Bautismo

El sentirme totalmente abrumado durante mi primera semana trabajando en la Parroquia de San Pio X en El Paso, no se debía a una sobreabundancia de trabajo, sino a que ¡había un sin número de actividades alrededor mío! Desde temprano en la mañana hasta tarde en la noche, los salones de reuniones y de clases parecían rebosar de actividad. Donde sea que miraba, había grupos de parroquianos entusiastamente envueltos en planificación u organización, en oración o estudio, compartiendo la fe o cantando. Ellos me daban una calurosa bienvenida a sus reuniones y pronto comprendí que mi rol de sacerdote entre ellos, iba a ser diferente a mis experiencias pasadas.

Algunas semanas después, durante una conversación con el entonces párroco, Mons. Arturo Bañuelas, comenté cuán impresionado estaba no sólo con el número de voluntarios, sino con el nivel de dedicación y compromiso. Él me respondió, “¡En San Pio no tenemos voluntarios!” esto me sorprendió grandemente. “Pero como explicas…” empecé a decir, mientras mi mente trataba de poner en palabras algo que parecía inexplicable.

Mons. Bañuelas entonces me explicó que los miembros de la comunidad de San Pio X estaban llevando a cabo su vocación bautismal a través de su envolvimiento en varios ministerios. A diferencia de los voluntarios que pueden decidir si dan o no de su tiempo y de sus dones a una buena causa, a todas las personas bautizadas se les otorga una vocación de servicio a sus hermanos y hermanas. A diferencia de los voluntarios, que pueden decidir si participan o no en la vida de la comunidad, cada bautizado tiene tanto el privilegio como la responsabilidad de construir la comunidad de fe y hacerla el Cuerpo vivo de Cristo.

En los siguientes meses, fui conociendo a los miembros de la comunidad de San Pio X y llegué a tener una apreciación más profunda de la Iglesia como comunidad de todos los bautizados. Desde que ellos creen que han sido empoderados por el Espíritu Santo en los sacramentos del bautismo y confirmación, ellos responden entregando sus dones al servicio de la comunidad de fe y de la sociedad. Aún más, cada miembro no sólo da un don a la comunidad, sino que también recibe una bendición de esta: un catequista es apoyado en su dolor por el ministerio a los que sufren, mientras que una estudiante de la secundaria es parte del equipo parroquial de retiros.

Los miembros de la comunidad de San Pío X comprenden que no es suficiente compartir las sobras de nuestras atareadas vidas con Dios y con los hermanos. Al contrario, al compartir gozosamente sus muchos dones, aspiran a convertirse en una alegre sinfonía que resuena a través de la ciudad y forma un coro de alabanza y acción de gracias a Dios.

 

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