La voz de una madre llega a sobreviviente del tráfico humano

Las lágrimas corrían por las mejillas de la cara de Yudi mientras escuchaba la voz de su madre hablando a través de mi teléfono celular, cuando estuvo en el hospital en cuidados intensivos, luchando por su vida. Me llené de emoción y de inmensa alegría cuando junto a su cama supe por primera vez que Yudi era capaz de recordar el sonido de la voz de su madre. Durante tres semanas había estado en coma este joven pescador de 21 años de edad de Indonesia.

Así es como conocí a Yudi. El 17 de octubre de 2014, recibí una llamada telefónica de la Agencia de Inmigración Nacional de la Ciudad de Hsinchu (NIA) un oficial de policía me pidió que albergue un trabajador migrante indocumentado de Indonesia con un problema mental leve, y yo acepté.

Cuando lo conocí, me quedé muy impresionado al ver que su aspecto mostraba un profundo  sufrimiento. En mis pocas palabras en indonesio lo saludé y me presenté diciendo que yo era el Padre Pedro, el Director del Centro de Trabajadores Migrantes. Le pregunté su nombre, y con una voz suave y tranquila, dijo: "Mi nombre es Yudi." Fueron las únicas palabras que pronunció. Llevaba una chaqueta gruesa de invierno a pesar de que el tiempo era cálido y húmedo. Le quité suavemente su chaqueta para que pudiera sentirse más cómodo.

La policía me informó que Yudi había tomado un taxi y el taxista de inmediato se dio cuenta que Yudi tenía algún tipo de problema mental. El conductor preocupado llevó a Yudi a la oficina de NIA para buscar ayuda de la policía. Dentro de la billetera de Yudi había una copia de su pasaporte, su tarjeta de identificación de Indonesia y algunas notas de África del Sur, China y Filipinas. Con esta información la policía pudo comprobar que Yudi era un pescador internacional que había abandonado el barco.

La Hna. Lenny es nuestra asistente social y es de Indonesia. Ella llamó a la oficina del gobierno de Indonesia en Taipéi para informarles de la situación del Yudi. Ellos llamaron a la agencia de trabajo que contrato a Yudi en Indonesia y nos dieron el número de teléfono de su casa. La Hna. Lenny llamó a la madre de Yudi. Ésta se angustió mucho cuando se enteró de lo que le había sucedido a su hijo. Ella le dijo a la Hna. Lenny que Yudi voló a Singapur en enero de 2014 para abordar un buque de pesca de propiedad taiwanesa. Él fue esclavizado durante siete meses, lejos en el mar, sin días libres y sin paga. Cuando el buque finalmente atracó en el puerto de Kaohsiung en el sur de Taiwán, Yudi llamó a su madre para decirle que su jefe le había dado su salario a su agente de empleo, y éste le dijo que era lo que le debía por haberle dado un puesto de trabajo. Sin dinero para enviar a casa a su pobre familia en necesidad, Yudi decidió abandonar el barco y probar suerte buscando trabajo en Taiwán. Durante varios meses trabajó en la región montañosa de Taiwán recogiendo fruta doce horas al día por un magro salario de aproximadamente $20 dólares por día.

Conduje a Yudi a la Casa del Migrante en la que vivo con los trabajadores migrantes. Desde que Yudi estaba tan agitado y no podía dormir, lo llevé al hospital. El psiquiatra le examinó y decidió sedarlo para que tenga una buena noche de descanso en emergencia.

A la mañana siguiente la Hna. Lenny y yo fuimos al hospital. Yudi sonrío ampliamente cuando nos vio y estaba muy tranquilo. Cuando el médico le preguntó si estaba oyendo voces, dijo que podía escuchar la voz de su empleador taiwanés gritándole. El médico le recetó tres días del medicamento. Tres días más tarde, la Hna. Lenny llevó a Yudi para otra consulta y el médico le recetó siete días más de la medicación. Cada día que pasaba parecía que Yudi se estaba recuperando bien.

Después de estar en nuestro Centro por una semana Yudi despertó una mañana y casi no podía respirar. Fue llevado al servicio de emergencia, y en el examen se descubrió que un virus había entrado en su cerebro a través de su sangre. Trágicamente Yudi cayó en coma y fue colocado en un respirador artificial. Lo visitamos cada día que estuvo en cuidados intensivos esperando ansiosamente y orando a Dios para que salvará la vida de Yudi. Dos semanas más tarde, el neurólogo me informó de que no había esperanza para Yudi. La Hna. Lenny llamó e informó a los padres de Yudi. Ellos me enviaron su consentimiento por escrito para retirarle el soporte de vida de Yudi para que no sufra por más tiempo.

 
Milagrosamente después de estar en cuidados intensivos por exactamente tres semanas, Yudi tomó su primer respiro por él mismo. No podíamos creerlo. Tampoco pudo el personal médico ni de enfermería. El tubo de respiración fue sacado y Yudi comenzó a usar una máscara de oxígeno. Una semana más tarde, pronunció sus primeras palabras y poco a poco comenzó a comer alimentos en puré.

Desafortunadamente Yudi tendrá que estar con medicamentos por el resto de su vida ya que el virus le había hecho un daño considerable a su sistema neurológico. Perdió mucho de su memoria, pero por suerte pudo recordar los nombres de su madre, padre y hermano menor.

Casi todos los días durante siete semanas visité a Yudi en el hospital. En mi última visita, el día antes de ser dado de alta, decidí probar la memoria de Yudi haciéndole algunas preguntas. Cuando le pregunté si su capitán alguna vez lo golpeó, él hizo un puño y  se empezó a golpear la cabeza. Desde el primer día que conocí a Yudi tuve la sospecha de que él fue víctima de abuso físico y mental por el capitán y de la trata de personas. La historia de Yudi es una entre miles. Sin embargo, hasta ahora ningún capitán taiwanés ha sido enviado a la cárcel por tráfico de personas.

La semana pasada Yudi regresó a Indonesia. Él dejó un efecto profundo en mi vida. Su voluntad de vivir y sobrevivir el abuso intolerable de la trata de personas, me da fuerzas para ser aún más vigilante en la lucha por los derechos de todos los trabajadores migrantes.

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