Reflexión de Pascua

Como el hijo mayor de su familia, Jack había estado profundamente unido a sus padres desde su nacimiento. Como niño pequeño siempre se mantuvo cerca de ellos, buscó su aprobación para sus diversas actividades, y se imaginó que ¡sus padres no podrían tener una vida plena sin su presencia y su ayuda!

Fue muy doloroso para él, por lo tanto, cuando se dio cuenta a la edad de cuatro años que sus padres estaban considerando seriamente enviarlo a la escuela. Incluso después de haberles escuchado a ellos muchas veces hablarle de todas las cosas emocionantes que haría allí, y sobre los muchos nuevos amigos que encontraría, Jack no estaba convencido de que el plan de sus padres era algo bueno. Él ya no sería capaz de ayudar a su madre con sus tareas diarias en casa y alrededor de la ciudad. Él seguramente perdería la llamada telefónica cada tarde de su papá a casa. Estaba convencido de que la escuela era un mal plan no sólo para él, sino también para sus padres, que lo extrañarían, ¡incluso más de lo él los iba a extrañar!

La primera semana en la escuela trajo una oleada de terror y lágrimas. Era peor de lo que podía haber imaginado. Cada mañana les rogó a sus padres para que le  dejen quedarse en casa y continuar su vida como antes, pero por alguna extraña razón parecían no entender su súplica. La segunda semana fue sólo ligeramente mejor que la primera. Sin embargo, durante las semanas siguientes las cosas cambiaron gradualmente y, al cabo de dos meses, Jack se encontró sorprendentemente contento entre sus compañeros de clase y disfrutando de una amplia variedad de actividades de aprendizaje. Varios meses más tarde, cuando la escuela tuvo que cerrar debido a condiciones climáticas extremas, Jack se encontró aburrido en casa con su madre su hermano y hermana menor. Esas actividades en casa que habían significado tanto para él unos meses antes parecían ahora tan aburridas; él preferiría estar con sus amigos en la escuela.

Durante los siguientes veinte años, Jack experimentó similar ansiedad y posterior satisfacción cada vez que pasó por varias transiciones. Él estaba muy decepcionado de que sus buenos amigos en la escuela primaria no fueran con él a la escuela media, pero luego hizo otros buenos amigos en su nueva escuela. Como estudiante de primer año en la universidad, el paso de un pequeño pueblo a una ciudad grande le pareció abrumador, pero más tarde llegó a apreciar las oportunidades que le presentó el conocer a gente de diversos orígenes y ampliar su comprensión del mundo. Después de su graduación, cuando se trasladó al otro lado del país para asumir su primer trabajo, durante el primer año se quejó de sentirse como un pez fuera del agua. Más tarde salió con una amiga, que con el tiempo se convirtió en su esposa, y decidieron quedarse en ese estado, cerca de la familia de ella. Para su sorpresa, ¡se sintió como en su propia casa!

La historia de Jack de muchas maneras hace eco a la historia de vida de cada ser humano. Nos familiarizamos con una forma particular de vida en un lugar determinado y somos reacios a cambiar por algo desconocido. Cambiar o mudarse implica la pérdida de lo que es querido para nosotros, y la ansiedad de lo que está por venir. Tenemos miedo a arriesgar lo que tenemos, porque no estamos seguros si vamos a ser capaces de abrazar algo más grande que tenemos por delante.

Este patrón de dejar ir, de enfrentarse a lo desconocido, y con el tiempo abrazar un mundo más grande refleja lo que sucedió en la vida de Jesús. Así como nosotros, también él luchó durante toda su vida para enfrentarse a nuevas circunstancias. Con frecuencia, fue difícil para él rendirse al plan de Dios para un futuro que se nubló en la incertidumbre. Sin embargo, al igual que nosotros, él también aprendió en sus diversas experiencias que no hay ganancia real sin lucha y dolor.

Por último, en cara al sufrimiento y la muerte, Jesús pasó por una gran angustia y tormento. Quería desesperadamente evitar un dolor tan horrible. Sin embargo, también entendió que la vida requiere dejar ir, enfrentar con valentía lo desconocido, y, finalmente, abrazar un nuevo y brillante futuro. Jesús confió en que Dios el Padre le llevaría a través de esta gran transición, tal como le había llevado a través de tantas otras transiciones difíciles a lo largo de su vida.

La historia de pérdida y dolor seguida de alegría increíble no es sólo la historia de Jesús en la Pascua, sino que es también la historia de cada uno de nosotros en nuestro viaje a través de este mundo en busca de una vida más plena. Una y otra vez, se nos invita a dejar de lado lo que es querido para nosotros, de hacer frente a lo desconocido, para descubrir un sentido más profundo de la realización. Al igual que Jack, muchos de nosotros descubrimos este patrón cuando dejamos la casa por primera vez para ir a la escuela, pero sólo llegaremos a comprender totalmente este patrón cuando dejemos este mundo atrás, cruzando el último horizonte nos rendiremos al abrazo de Cristo resucitado que cumplirá cada una de nuestras esperanzas y sueños.

 

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