A su salud

Cada año en la Iglesia Católica tenemos un “Día Mundial de Oración por los Enfermos” en febrero 11, que es también la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes. Todos los expertos en la vida de Jesús están de acuerdo de que sin duda El era un sanador. A pesar, o debido a la medicina moderna, muchos benefactores que nos escriben pidiendo oraciones están buscando alivio de una enfermedad y dolor.

Recientemente, el Papa Francisco estaba hablando de los profesionales de la salud que corren el riesgo de “quemarse” como resultado de turnos largos, alto estrés, emergencias “o el impacto emocional de su trabajo”.  La sanación dijo, “entre otras cosas sucede no solamente a través del cuerpo sino también a través del espíritu”. Aquellos que se encuentran en medio de una batalla por la salud – y los que les ayudan – deben recordar que no se encuentran solos, dijo Francisco. “El Señor, que soportó la difícil experiencia del dolor de la cruz, está allí a su lado”.

Sabiendo que hemos ofrecido oraciones, ayuda y compañía a aquellos que luchan por sanar sus cuerpos y mentes hace nuestro peregrinaje en la vida un poco más humano. Es siempre reconfortante saber que has hecho lo correcto, siendo una presencia útil.

¿Alguno de nosotros recuerda el suficiente Latín de nuestra escuela secundaria que para decodificar: “Mens sana in corpore sano”? Mi viejo profesor de Latín estaría muy orgulloso de que recuerdo: “Mente sana en cuerpo sano”. La importancia de la salud, sin duda su belleza, es algo que caemos en cuenta en un momento u otro durante nuestra estancia en el planeta, y con demasiada frecuencia después de que hemos sido privados de tan gran bendición.

A veces aún aquellos cuyas vidas han sido marcadas con hábitos sanos son víctimas de la naturaleza caprichosa de la enfermedad o la desgracia. Todos conocemos histories de aquellos que corren, que se estacionan en los espacios más lejanos del lote, que evitan fumar, el azúcar y los segundos cocteles, y aún así son defraudados por sus cuerpos. Ellos también pueden despertarse una mañana en una camilla de la sala de emergencia.

La guerra entre nuestro sistema inmunológico y los gérmenes que invadirían nuestros cuerpos parece no tener fin. Isaac Walton escribió una vez: “Mira a tu salud; y si la tienes, alaba a Dios y valórala junto a tu buena conciencia”. La buena salud, señaló, es “una bendición que el dinero no puede comprar”. Aún aquellos que están leyendo esto y que nunca han sido admitidos en un hospital por algo más que un chequeo, debemos hacer lo mejor para cuidar no solo nuestro cuerpo sino también nuestro espíritu, y debemos confiar en Dios para que nos ayude en el esfuerzo de preservar nuestra fuerza espiritual y física para poder servir a otros.

Por tu buena salud, te digo “cuídate”, y lo digo en serio.

Revista