De Agente de Bienes y Raíces a Misionero

San Verano no es uno de esos santos populares cuyo nombre está en la punta de la lengua. El ermitaño francés del siglo sexto tiene todo pero ha sido olvidado por la mayoría de los feligreses, con excepción de los feligreses que asisten a una pequeña iglesia dedicada en su memoria fuera de la ciudad italiana de Pisa. Sin embargo, cuando una pareja coreana celebró su llegada de su primer hijo hace cuarenta y un años el 19 de octubre, no dudaron de que su hijo pequeño debería ser nombrado en honor del santo en cuya fiesta llegó felizmente a este mundo.

Verano Lee Jeong-Rak es un seminarista Columbano que está estudiando para ser un sacerdote misionero. Creció en una familia coreana donde sus padres se habían convertido al catolicismo por lo que su fe era importante en su vida familiar, para sus padres, para el propio Verano y para su hermana menor.

Verano se unió a los misioneros Columbanos hace seis años en 2017. No era un joven piadoso destinado a la Iglesia.  En realidad, por muchos años, Verano no tenía fe. “Trabajé en una agencia de bienes y raíces por seis años. Por lardes iba a la universidad. Estaba pagando mis estudios porque la compañía de mis padres se había declarado en bancarrota”. Su fe recibió un golpe con el colapso de la compañía de su padre, un evento traumático que aún coincidió con la enfermad seria de su madre y la pérdida de la vista de su hermana. “Con todo esto, no podía creer en Dios. Pensé, si tu existes, ¿cómo podría pasarle todo esto a mi familia”?

“Negué la existencia de Dios hasta que tenía 26 años. Mis padres continuaron pidiéndome que fuera a la iglesia pero siempre me negué. Mi madre me insistió ir a la adoración. Un día decidí ir. No había nadie más ahí, así que me dormí en la iglesia. Tenía una hora antes de tener ir a la universidad, y era una oportunidad para descansar. Después de eso, continué yendo a la iglesia y tomaba una siesta. Pero en una ocasión, no tome la siesta, de hecho tuve la curiosidad por la Biblia que estaba ahí. La abrí y comencé a leerla. Poco a poco, mientras continué yendo a la iglesia para la Hora Santa, empecé a hablar con Dios acerca de mi vida. Un día lloré. Un tiempo después de eso, lloré y hable de mi vida y mis emociones a Dios. Ese fue el tiempo de mi conversión, comencé a tener fe. Después de eso cambié”.

Me gradué de la universidad con un título en política social, y decidí convertirme en oficial de bienestar social. Trabajé en esta área por dos años, pero me sentí frustrado porque incluso si deseaba ayudar a la gente, la ley y políticas se interpondrían en el camino. Algunas personas que estaban en necesidad perdieron su ayuda por recortes del gobierno. Era muy difícil para ellos; me preguntaban por qué recortaba sus subsidios.  ¡Pero no era mi culpa! Realmente sentía mucha pena por ellos y deseaba ayudarlos pero estaba limitado por la ley”.

“Por este tiempo, el deseo de ser sacerdote se había formado a medias en mi mente, pero también deseaba casarme. Un día festivo, iba camino a casa cuando tuve un serio accidente automovilístico. Fui hospitalizado por más de un mes. Mientras me recobraba, empecé a pensar acerca de mi vida y cual era el mejor camino para mi futuro. Sentí que mi vida tenía un propósito en los ojos de Dios y que quizás me estaba llamando, y era tiempo de seguirlo. Cuando me recobré por completo, decidí entrar al seminario”.

“Mis padres estaban realmente sorprendidos por mi decisión, y mis amigos no podían creerlo. Pero compartí sobre mi fe, y me dijeron que era mi decisión, y que ellos me apoyarían. Algunos de mis amigos se bautizaron.

“Me uní al seminario diocesano pero en mi primer año empecé a sentir el llamado al sacerdocio misionero. Un Hermana que trabajaba en mi parroquia cuando yo era joven me recomendó a los Columbanos. Conocí a un sacerdote Columbano durante el período de un año y decidí unirme a la Sociedad. En este momento, había terminado tres años en el seminario diocesano. Siento que Dios guió mi decisión”.

“Llevo seis años con los Columbanos, y este año es mi último año de estudio. Estoy esperando que el Consejo General decida en mi Primera Asignación Misional. Me asignaron a Chile pero fue cancelado debido a la pandemia de Covid”.

“Tengo 41 años, y soy considerado como una vocación tardía en Corea. Unirte al seminario diocesano cuando eres mayor de 30 requiere el permiso del obispo. Pero entre los Columbanos, el perfil de edad es muy variado. Los otros estudiantes incluyen otros dos que son mayores de cuarenta años, así como dos que tienen 23 y 21 años. Un estudiante mayor tiene mucha experiencia de vida que ofrecer y eso es algo bueno, pero puede ser difícil adaptarse o cambiar. Por lo tanto, hay pros y contras para las vocaciones tardías.

Pasé mi año espiritual en las Filipinas, la pobreza era impactante a veces. Ayudé con el ministerio de las personas que viven en el cementerio de los barrios bajos de Manila. Es muy difícil de explicar lo difícil que es su vida. Es tan impactante. Viven y duermen en el cementerio. Construyen sus casas en las tumbas. La vida es muy dura, tener que lavarse en un lugar público. Pero aunque son muy pobres, estas personas son muy generosas. Quieren compartir lo que tienen”.

Sentados en Dalgan Park, después de completar el curso de Inglés, Verano compartió que muchos sacerdotes Columbanos “han sido de gran inspiración”. Su visita a Irlanda fue “un sueño” que había albergado durante mucho tiempo desde que leyó The Red Lacquered Gate (La Puerta Laqueada en Rojo) acerca de los “nobles” cofundadores de la Sociedad, el obispo Edward Galvin y el P. John Blowick. “Después de leer la historia de los Columbanos, realmente deseaba venir a Irlanda y mirar alrededor Dalgan Park. Es realmente hermoso. El lugar más simbólico para mi es el cementerio donde puedes ver la historia de todos los miembros Columbanos, desde los dos fundadores, que están enterrados en Dalgan, hasta el fallecido más recientemente. Esta vida no es fácil, viviendo en otro país como misionero. Pero es inspirador”.

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