Una Vida Oculta (A Hidden Life)

Reseña
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Resumen
Siempre surgirá la pregunta ¿qué más se puede contar de la Segunda Guerra mundial?
Surgen y surgen películas en torno a este hecho histórico. Cualquiera podría pensar que todo está contado, pero no es así.

Pudiera hacerse una película por cada persona involucrada en la guerra. Desde los altos mandos de cada ejército, pasando por los miles de soldados que se vieron inmersos en las sangrientas batallas, hasta cualquier campesino que, junto con su familia se hayan visto afectados por las circunstancias.
Fecha de lanzamiento
Duración
2h 54m
Director
Terrence Malick
Elenco

August Diehl
Valerie Pachner
Maria Simon

Reseña INCLUYE spoilers

Reseña

Siempre surgirá la pregunta ¿qué más se puede contar de la Segunda Guerra mundial?
Surgen y surgen películas en torno a este hecho histórico. Cualquiera podría pensar que todo está contado, pero no es así.

Pudiera hacerse una película por cada persona involucrada en la guerra. Desde los altos mandos de cada ejército, pasando por los miles de soldados que se vieron inmersos en las sangrientas batallas, hasta cualquier campesino que, junto con su familia se hayan visto afectados por las circunstancias.

Ese es el caso de Franz, su esposa Fani y sus 3 hijas. Una familia campesina que sufre de forma muy particular la anexión de Austria por parte de la Alemania Nazi.

Es una película que corre de forma lenta, no puedo negarlo. Pero el ritmo que lleva se justifica completamente con el contenido que ofrece.
Me parece que el director no quiso apresurar nada. Se toma su tiempo para construir paso a paso las sensaciones que quiere transmitir, y estoy seguro de que lo logró a la perfección.

El juego de cámaras que utiliza es muy peculiar, al igual que los cortes que hace en distintas ocasiones. Los paisajes se vuelven parte esencial de la narrativa. Juegan el papel de las palabras y el abrazo que todos necesitamos en medio del estrés de una situación en la que no podemos hacer nada pero que quisiéramos hacer todo.
La música es igualmente espectacular. Sutil, pero con gran influencia en lo que uno vive al ver la película. Te va acompañando en cada etapa por la que tus emociones pasan al contemplar la vida de un hombre que se aferra a la voz que le habla desde lo más profundo de su ser.
En verdad les recomiendo darse la oportunidad de escuchar el Soundtrack, vale cada minuto dedicado.

Es una historia más de la Segunda Guerra mundial, pero te aseguro que no has visto otra película que cuente una historia similar; ni en contenido ni en forma.

Mis tres momentos

1-Cuando sus compañeros de aldea dejan ver abiertamente sus ideales.

Franz vive en las montañas de Austria, un lugar con paisajes de ensueño. Tiene una vida marcada por el trabajo duro, pero lleno de satisfacción y plenitud. Tiene todo lo que necesita.
Su esposa, sus tres hijas y su madre son el eje central de su vida; y el resto de la gente en la aldea forman parte del día a día que hace la vida más llevadera.

La guerra se avecina. La tranquilidad de aquel hermoso lugar se ve amenazada no por una posible batalla, sino por las ideas que han comenzado a aflorar en la mayoría de sus habitantes.

Franz comienza a percatarse de que sus compañeros de vida idealizan a Hitler, el líder de la Alemania Nazi. Él no comparte sus ideas, se siente completamente desconectado de lo que sus vecinos interpretan como lo mejor para su país.

Claro que su forma de pensar lo ha llevado a ser rechazado y señalado por el resto de los habitantes de la aldea. Y es aquí cuando la vida de Franz y su familia comienza a dar un giro que los llevará por caminos muy dolorosos.

Corriendo el riesgo de sonar un poco dramático y exagerado, pero con la certeza de saber que lo que está en juego lo justifica por completo, me atrevo a hacer una comparación entre lo que Franz tuvo que afrontar y lo que cada uno de nosotros pudiera encontrarse o ya se ha encontrado en su caminar en la fe.

Cuando llega a tu corazón el destello de la Gracia Divina y comienzas a vivir eso que llamamos “conversión” las cosas se complican un poco. Empiezas a darte cuenta de que algunas de las cosas que hacías, decías o pensabas ya no te convencen del todo. Dentro de uno mismo pudiera sentirse como un proceso largo y lento, pero para quienes están alrededor tuyo se percibe como un cambio “de la noche a la mañana” y en parte eso puede influir en la forma en la que reaccionen a esos cambios que estás llevando a cabo.

Te platicaré algo que me tocó vivir junto con mi esposa y otros amigos.
Al igual que ellos, llevaba años en las cuestiones de la evangelización. Desde hace mucho tiempo asistía a comunidades, daba temas, hacía campamentos y retiros. Estaba completamente empapado en estos ambientes. Sin embargo, algunas circunstancias se acomodaron y comencé a ir a unas clases de Biblia. El grupo se formó por varios amigos que en distintas etapas habíamos asistido a la misma comunidad parroquial. El maestro era buenísimo. Sabía transmitir el conocimiento de una forma muy sencilla, y sabía cómo provocar que el saber nos hiciera sentir más comprometidos con la fe.

En ese grupo de estudio sucedió algo realmente providencial. El estilo del maestro junto con las necesidades que cada uno de nosotros estaba viviendo hicieron clic y muchas cosas cambiaron.
Comenzamos a tomarnos más en serio nuestra vida de fe. Me atrevo a decir que hasta que estuvimos en ese grupo muchos de nosotros comenzamos a considerar la santidad como una opción real para nuestras vidas. Lo vimos como un llamado particular y comunitario que no podíamos ignorar.

Ese cambio se dio de forma muy radical en muchos de nosotros. Cada uno fue tomando las decisiones necesarias para poder vivir el compromiso que estábamos asumiendo con la búsqueda de nuestra santidad. Y claro, esas decisiones comenzaron a afectar algunas amistades.

En mi caso, hicieron mucho eco las palabras de Santa Teresita cuando hablaba de algunas amistades suyas: «Los amigos que teníamos allí eran demasiado mundanos y compaginaban demasiado las alegrías de la tierra con el servicio de Dios…»

Al igual que la santa de Lisieux, no pensaba eso por hacer un juicio de sus intenciones. Meramente era un ejercicio de diagnóstico. Reconocía que, hasta ese momento, mi vivencia en ese grupo parroquial era una mezcla de servicio con muchas cosas que no eran compatibles con la fe que decía practicar.

En el ámbito de la música también comencé a notar distancia entre mi forma de vivir mi fe y la de varios amigos con los que compartí el arte por muchos años.

Algunos se preocupaban y me decían cosas como «No debes tomártelo tan en serio. Dios no quiere que vivamos así de rígida nuestra fe». Otros me señalaban de «cuadrado e intolerante» y cada que nos veíamos trataban de convencerme de lo mal que estaba. Y muchos de plano prefirieron dejar de hablar conmigo. En redes sociales me eliminaron, en persona me sacaban la vuelta, me ignoraban o hasta hablaban mal de mí.

Las reacciones de la mayoría fueron de ese estilo.

Y entiendo que la comparación que hago con lo que narra la película puede parecer exagerada ya que en mi caso y el de mis amigos es en medio de un cambio personal en una vida tranquila; mientras que la situación de Franz se desata por una de las guerras más sangrientas de la historia.
Sin embargo, lo que estaba en juego de forma individual yo lo considero tan urgente de atender en un caso como en el otro.

Estoy hablando de la salvación de nuestras almas.

Independientemente de las circunstancias de cada historia, a final de cuentas el conflicto es el mismo: ¿haremos lo necesario para ser fieles a esa voz interior que nos dicta qué camino seguir y a cuáles caminos renunciar? 

Ese momento en el que te das cuenta de que el llamado que recibes te hace ir en un camino distinto al de las personas que te rodean es bastante fuerte. Comienzas a ver que mucha de la gente con la que convives día a día y a la que le tienes mucho cariño posiblemente dejará de ser parte de tu vida.

Y así como lo describe Franz en una parte de la historia, no se trata de que estemos señalando a unos como los buenos y a otros como los malos. No lo sabemos todo y no queremos dictar sentencia sobre nadie. Solamente estamos buscando ser fieles a eso que dentro de nosotros no nos permite seguir avanzando por donde íbamos.

Si tú te sientes en una situación similar, te invito a que seas fiel a esa voz que te dicta el camino. Ten paciencia y mucha fe. Al final, por más incómodo o complicado que se ponga el camino, Dios te estará acompañando y hará que cada paso dado haya valido la pena.

2-La reflexión de Franz en la cárcel

La historia nos va dejando ver cómo por un lado Fani va viviendo su proceso en la aldea. La gente sigue señalándola. Nadie les quiere ayudar a ella y a su hermana con las labores del campo, por lo que las complicaciones ya no son solo emocionales. Ahora su trabajo físico se ha multiplicado entre todo lo que deben hacer. 

A la par, vemos como Franz sigue sufriendo maltrato físico y mental en la cárcel. Lleva tiempo sin mirar el mundo más allá de las cuatro paredes que lo mantienen cautivo.
Imagina a sus hijas disfrutando de la primavera. Anhela darle un abrazo a su esposa. Esos deseos son los que lo mantienen cuerdo.

Sigue firme en sus convicciones mientras que los que estamos viendo su historia estamos con el corazón al borde, esperando que en cualquier momento nos dejen saber alguna noticia que cambie el rumbo de la historia.

Franz, con todo lo que está viviendo, nos regala algunas palabras que en primera instancia van dirigidas a su esposa, pero estoy seguro de que el director las utilizo en ese momento para dirigirse también a quienes estamos del otro lado de la pantalla.

«Escribiré unas palabras conforme salen de mi corazón. Aunque las escribo con las manos atadas, es preferible a que mi voluntad esté atada. Estos hombres no tienen amigos. Ninguna mano amorosa sostiene las suyas. Han visto el dolor, la vergüenza, la destrucción. ¡Qué corazones tan fuertes!
Cuando renuncias a la idea de sobrevivir cueste lo que cueste… te llenas de una nueva luz.
Antes siempre tenías prisa, siempre te faltaba el tiempo. Ahora tienes todo lo que necesitas.
Antes no perdonabas a nadie. Juzgabas a la gente sin piedad. Ahora ves tu propia debilidad… así que puedes entender la debilidad de otros».

Sus palabras nos dejan saber que, a diferencia de su cuerpo, su espíritu se mantiene intacto.
Logra ver la luz en medio de todas las tinieblas que lo rodean.
Encuentra el camino del perdón y la misericordia a través del sufrimiento propio.

Ni siquiera me a comenzar a escribir algo sobre este pequeño monólogo porque hay muchísimas enseñanzas en estas palabras. No sabría por dónde comenzar ni en dónde parar para que esto no se volviera un libro entero.

Me concentraré en la última línea.
«Ahora ves tu propia debilidad… así que puedes entender la debilidad de otros»

Esa idea envuelve al misterio de la encarnación y de ahí parte el concepto de la caridad y la misericordia cristiana. Jesús se encarnó para ser uno de nosotros. No es que él necesitara tener un cuerpo físico para comprendernos, pues es Dios, lo comprende y lo sabe todo. Aun así, se encarnó, se acercó todo lo que pudo a nuestra realidad. Se hizo parte de nuestra debilidad, asumiendo y exponiéndose a la debilidad humana por amor a nosotros. Con ese gesto no solo se acercó al hombre para comprenderlo, sino que, además, nos mostró el camino de regreso a casa. Un camino que, gracia a Jesús, sabemos que cualquiera de nosotros puede recorrer.

Irónicamente, el mundo nos quiere convencer de que la fortaleza se alcanza venciendo a la debilidad; pero Jesús nos enseña que la verdadera fortaleza se encuentra aceptando nuestra debilidad.
Porque al ver tu propia debilidad te vuelves capaz de reconocer la debilidad de los otros, y eso te da la oportunidad de ser fortaleza para ellos.

3-Las palabras derrotistas de su compañero en la cárcel

«¿Los perseguidos han recibido el reino de los cielos?
¿Los mansos han heredado la tierra?
Los sabios nos engañan. Temeroso.
Yo solía ser como tú. Confiésalo.
Tu Dios no tiene piedad. Nos dejó. Nos abandonó.
Al igual que a su Cristo. ¡Su Hijo!
Qué lejos estamos de tener el pan nuestro de cada día.
¡Qué lejos de ser librados del mal!
Si tan solo pudiéramos ver el principio de Su reino.
¡Los albores! Pero… nada. Nada, nunca.
¿Por qué dar tu vida por ellos?
Tu hombre murió en vano. Vino. No sirvió para nada.
Tuvimos 20 siglos de fracasos. Necesitamos un santo exitoso.»

Mientras Franz lucha por mantener sus convicciones a flote se le presentan estas palabras a través de la voz de otro prisionero. Por momentos pareciera que es un personaje producto de su imaginación, pero que este compañero sea real o no es lo de menos. Esas palabras vienen de quien no quiere que seamos fieles a los principios que Dios ha puesto en nuestro corazón. Esas palabras llegan a Franz y a nosotros buscando hacernos perder la fe y la esperanza. Apelan a los aparentes fracasos de Dios en nuestra vida. Citando las promesas de las Bienaventuranzas y del Padre Nuestro que, según él, no se han cumplido.

No me cabe duda de que cualquiera que realmente se comprometa con su fidelidad a Dios se verá expuesto a estas ideas. Porque es verdad, es muy fácil no ver a Dios en nuestras vidas. Es realmente fácil. Hay mucho dolor, muchas desgracias, muchas injusticias, mucho sufrimiento. Y si nos lo permitimos, todas esas cosas nos parecerán argumentos suficientes para dudar de la famosa misericordia de Dios.

¿Si Dios es tan bueno y misericordioso, por qué permite todo eso?

Me han hecho esa pregunta muchísimas veces. Y aunque en mi cabeza resuenan varios argumentos teológicos que podrían dar respuesta. Soy consciente de que, sin fe, nada de lo que les diga tendría sentido para ellos.

Así como Franz, cualquiera de nosotros ha pasado o pasará por momentos difíciles. Confusiones, frustraciones, dolores. Provocados por cualquier tipo de asuntos. Algo familiar, algo personal, algo profesional. Una amistad, una relación de pareja. Cualquier vivencia puede ser el detonante para que nuestra fe comience a flaquear. Porque somos humanos, nuestros sentidos están expuestos tanto a la belleza como la fealdad de este mundo. En cualquier momento podríamos ser nosotros los que nos cansemos de Dios y de esas “fallas” en sus promesas.

Por eso día a día debemos ser persistentes en orar. Mantenernos en comunicación con Él y pedirle que nos ayude a crecer en la fe, en la esperanza y en la caridad. Porque es muy fácil encontrar razones para no creer, para no esperar y para no amar. El mundo nos facilita dejar todo eso de lado.

No hay otro camino que el de orar y pedirle a Dios su ayuda con eso. Sin oración, nada hay que podamos hacer contra la tentación que presentan esas palabras.

Si no tenemos una vida de oración, nuestra fe tiene fecha de caducidad.


Conclusiones

De verdad estoy fascinado con esta película.
Si quieren disfrutarla tanto como yo, les recomiendo no verla ya muy noche ni un día que estén cansados. Ya les comentaba que es algo lenta y larga, yo estuve a punto de dormirme en varias ocasiones. No porque estuviera aburrida, sino porque la comencé a ver ya noche y no esperaba que durara tanto.

Pero en verdad me conmovió muchísimo. Me hizo sentir cosas que hace mucho una película no me provocaba. Conocer la historia de Franz fue un avivamiento para mi fe que no esperaba. Me ha provocado pensar en muchas cosas, profundizar en algunos temas que tenía algo olvidados. Y principalmente me ha provocado tener más presente una pregunta:

¿Qué tan dispuesto estoy a aceptar cualquier consecuencia a la que me lleve ser fiel a mis creencias?

Hermosos paisajes, hermosa música, hermosos diálogos.
Una gran película.