El Gran Pez (Big Fish)

Reseña
Calificación de Reseña
Resumen
Sí, puede parecer una película muy fantasiosa, pero a mi me encantan las historias que implican ciertos aires de fantasía y que a la vez se mantienen dentro de lo posible, y esta es una de esas historias.

Los relatos del protagonista hacen que nuestro corazón se emocione y crea que en esta vida pueden pasar cosas que la razón difícilmente aceptará.
¡Y es verdad!

Nuestra vida está expuesta a la gracia de Dios y eso permite que puedan suceder cosas ilógicas y difíciles de creer a nuestro alrededor y siempre disfrutaré una película que de una u otra forma nos ayude a recordar eso.
Fecha de lanzamiento
Duración
2h 5m
Director
Tim Burton
Elenco

Ewan McGregor
Albert Finney
Billy Crudup
Jessica Lange
Helena Bonham Carter
Alison Lohman

Reseña INCLUYE spoilers

Reseña

Sensaciones generales

Es una película que inesperadamente me hizo llorar. 
Hubo varios factores que tocaron mis emociones de una forma muy directa.

Primero, que fuera la historia de la relación entre un papá poco comprendido y su hijo. Aunque mi relación con mi papá no fue tan caótica como la de los personajes de la película, sí hubo muchos elementos que me hicieron poner distancia entre él y yo simplemente porque yo no comprendía del todo las cosas que él había vivido.

La estocada final fue ver el final de la historia en la que ellos se reconcilian y el hijo es protagonista en la muerte de su padre acompañándolo hasta el último momento.
Ya saben, un final feliz que a todos se nos antoja vivir.
Pero en mi caso no fue así, yo no alcancé a acompañar a mi papá en sus últimos momentos por mera desidia mía de ir a visitarlo y eso es algo que todavía después de 8 años me duele muchísimo.

Y otro elemento con el que mis emociones se alborotaron fue el embarazo de la nuera.
Llevo dos años de casado y mi esposa y yo no hemos podido quedar embarazados.
Pensar que mi papá no llegó a conocer a sus posibles nietos me pesa, pero es algo que simplemente no cuadraba en los tiempos y etapas que yo todavía vivía cuando él murió.
Pero me asusta la idea de que mi madre tampoco los llegue a conocer.

No es que esté en el umbral de sus últimos días ni nada, pero padece del corazón y pues uno nunca sabe.
Es una mujer maravillosa y me encantaría que ella conociera a mis hijos y que mis hijos convivieran lo más posible con ella.

No les miento, estas dos situaciones hicieron que cuando la película terminó yo estuviera hecho un mar de lágrimas como si fuera la película más triste del mundo y hubiera sido la primera vez que la viera (realmente la he visto como 5 veces).

Mis tres momentos de la película
Bueno, ya mencioné dos momentos con los que conecté muy fuerte, pero quiero compartirles los 3 momentos de la historia que considero más trascendentes.

1-La historia de su “gigantificacionismo”.
Will (el hijo) y Edward (el papá y protagonista) siguen sin encontrar una forma de llevarse bien.
Will, algo frustrado, camina por un pasillo de la casa. Al pasar por su antigua habitación se detiene y recuerda cuando su papá le conto una de sus famosas historias.

Edward sufría de una enfermedad que lo hizo crecer mucho y por lo tanto tuvo que pasar bastante tiempo en cama atado a unos aparatos que lo ayudaban a controlar su desarrollo físico.

Uno de tantos días que pasó en cama se topó con un artículo en el que explicaban que los peces crecían de forma desmedida y rápida si su entorno se los permitía.
Al narrar esto, Edward decía: «Se me ocurrió que la razón de mi crecimiento es que estaba destinado a grandes cosas. Un hombre gigante no puede vivir en una vida de tamaño normal».

¡Me encantó esa frase!
“Un hombre gigante no puede vivir en una vida de tamaño normal”

Aquí vale preguntarnos ¿Quién puede considerarse un hombre gigante?
No quiero que pienses en personas de gran tamaño físico.
Piénsalo más bien en términos de corazón.

Pero antes de continuar, analicemos qué sería una vida de tamaño normal.
Podemos pensar que sería una vida enfocada al éxito. Puede ser estudiar, trabajar, viajar, casarse, mudarse de país por un tiempo, emprender un negocio. No sé, puede haber mil cosas que caben en la definición de una vida de tamaño normal.
Una vida en la que nuestro corazón tiene que amar a unas cuantas personas solamente. Quizá a nuestra pareja, a nuestros padres y hermanos, a nuestros hijos si es que los hay, a los mejores amigos, y probablemente a nuestras mascotas.

Pero un corazón gigante no puede quedarse amando a tan pocas personas y animales en esta vida.
¡Un corazón gigante es capaz de amar mucho más!
Y mientras más le permites amar, más crece.

Eso es lo que aprendieron a hacer algunas de las personas más admirables de la historia, a los que llamamos santos.

Entendieron que un corazón gigante no puede vivir en una vida de tamaño normal.
Y no porque ellos hubieran sido elegidos por Dios para hacer cosas grandes y nosotros no.
Ellos entendieron que cuando uno decide disponerse a amar más entonces el tamaño de su vida crece, y como los peces, si tu entorno (o sea tu disposición) lo permiten, tu corazón crecerá hasta ser gigante.

Siempre nos servirá mucho saber que Dios llama a cada uno de nosotros a tener una vida de tamaño gigante porque quiere que nuestro corazón sea gigante.
No es algo que solo unos pocos puedan lograr. Todos somos capaces de crecer tanto como se lo permitamos a nuestro corazón.

¿Y cómo se logra eso?
Amando.
Puedes amar dejando pasar a un peatón en la calle. Puedes amar lavando los platos sucios aun cuando no es tu turno. Puedes amar dejando el celular boca abajo mientras alguien te platica su día. Puedes amar dando un poco de ayuda a los más necesitados. Puedes amar rezando una pequeña oración por alguien que lo necesite.

A veces nos es tan difícil amar que Dios nos ha dejado mil formas de hacerlo para que podamos volver a intentarlo cada vez que queramos hacerlo de nuevo.

2-Cuando decide salirse del pueblo escondido
Por ahí del 2010 alboroté a dos amigos para irnos de viaje.
Decidimos ir a la Patagonia sin importar el tiempo que eso nos tomara.
Salimos de Guadalajara, la ciudad en la que vivíamos los tres. Pasamos los primeros tres meses del viaje en el sur de México.
El siguiente mes recorrimos Centroamérica y cuando llegamos a Costa Rica nos ofrecieron quedarnos tocando en un restaurante toda la temporada alta. Todavía faltaban un par de meses para que comenzara, pero podíamos estar trabajando ahí mientras llegaba.

El trato era bueno, nos facilitaban hospedaje, comida y nos pagaban muy bien, pero algo no nos convencía.

El plan era llegar al final del continente y ni siquiera íbamos a la mitad del trayecto.

Creo que estábamos por ahí de junio o julio y la temporada alta comenzaba en noviembre, así es que le propusimos al dueño del lugar que nos dejara irnos unos meses y le prometíamos estar de regreso a finales de octubre para comenzar a trabajar.
Alcanzamos a pasar por Panamá una semana y un par de meses en Colombia antes de volver.
No llegamos a Argentina, pero nos quitamos la inquietud de llegar a Sudamérica.

Esa experiencia me hizo gritarle a Edward a través de la pantalla aplaudiendo su decisión cuando optó por no quedarse en el pueblo mágico que se encontró al inicio de su aventura.

Después de pasar un excelente día y de que todos lo recibieran muy bien, el aviso de Edward sobre su intención de irse no fue la reacción que esperaban.

Él les dijo:
 “Si termino aquí me sentiré afortunado, pero no estoy listo para terminar en ningún lado”.

Justo así nos sentimos mis amigos y yo en Costa Rica. No estábamos listos para terminar en ningún lado.
Y para rematar, viene otra parte de esa escena con una gran enseñanza.
En ese pueblo tenían una tradición, cuando alguien llegaba le quitaban sus zapatos y los aventaban a unos cables muy altos.

Cuando Edward estaba a punto de irse, la hija del director del pueblo le dice: 
“¿Cómo vas a poder irte sin tus zapatos?” 
Y Edward le responde “Sospecho que me va a doler mucho”.

Me encantó esa respuesta.
No se molesta por no tener sus zapatos y tampoco se detiene para intentar recuperarlos, solamente asume lo que puede pasar y sigue adelante.

Esta parte de la historia la elegí porque me fascina la idea de la aventura.
Y no necesariamente de viajar. La aventura se encuentra en el aprendizaje, en el comenzar algo nuevo aun cuando no tengamos los zapatos adecuados, aun cuando según nosotros estemos “descalzos” y no tengamos la preparación suficiente para lograrlo.

Si en tu corazón nace el anhelo de una aventura es porque ya tienes la mínima preparación para llevarla a cabo.
Todo lo demás será bienvenido, pero no necesario.

Decía el hermano Roger, fundador de la comunidad de Taizé: El hombre necesita de inicios constantes, es ahí donde se hace consciente de su felicidad.

No quiere decir que comencemos cosas y nunca las terminemos.
Se refiere a que el enfrentarnos a la aventura de comenzar algo nos ayuda a redescubrir nuestra fragilidad y nuestros limites y entonces nos vemos en la necesidad de crecer. De buscar mejorar como personas.

Si decidimos dejar el “pueblo mágico” en el que nos encontramos nos abrimos a la posibilidad de vivir cosas que ni siquiera imaginamos.

En ese viaje que hicimos, uno de mis amigos conoció en Playa del Carmen a una chica francesa que vivía en Nueva York. Ella nos acompañó a Colombia unas semanas y después dejó toda su vida en Nueva York para alcanzarnos en Costa Rica y 11 año después viven juntos en Francia con sus tres hijos.

Créeme, si decides salirte de “tu pueblo mágico”, que puede ser un trabajo, una relación, un proyecto, una ciudad, un país, un “algo” que te ofrece comodidad, pero no plenitud, vivirás experiencias tanto dolorosas como satisfactorias.

3-Cuando Edward le dice a Will “¿quién quieres que sea yo?”
A estas alturas de la historia Will aún no logra reconciliar sus expectativas con la realidad.
Toda su vida ha deseado tener un papá con una vida de tamaño normal.

En medio de una charla Will le reclama a su papá diciéndole que solo lo conoce por fuera, por sus historias que son mentiras.
Edward frustrado le pregunta ¿quién quieres que sea yo? y Will le responde “Solo sé tu mismo, muéstrate como eres, una sola vez”

Y la respuesta de Edward es fulminante: 
“No he sido nadie mas que yo mismo desde que nací. Si no puedes ver eso, es tu problema, no mío”

Es una escena algo fuerte. A mi me dolió mucho ver cómo Will se privaba de tener una relación profunda con su papá solo porque las cosas no eran como él quería.

Y creo que eso nos pasa a muchos de nosotros con nuestra relación con Dios.
No se si a ustedes les tocó ver algo similar, pero durante mi tiempo en el grupo de jóvenes compartí experiencias de misiones, campamentos y apostolados con muchos amigos.
Y conforme fuimos creciendo la mayoría de ellos se fue alejando de Dios.

Me los imagino frustrados gritándole a Dios que solo querían verlo como era, sin cuentos ni mentiras. Y también puedo ver a Dios diciéndoles “No he sido nadie más que yo mismo desde que me conoces”.
La cuestión es que muchas veces queremos que Dios se ajuste a nuestras expectativas.

A veces queremos un Dios menos Dios. Alguien que no sea perfecto, que no brille para que no se vea nuestra imperfección.
A veces nuestra fe es tan pequeña que no podemos creer realmente que Dios sea como es y concluimos que lo que nos ofrece y dice son puras historias llenas de mentiras.

Nos cuesta creerle que en verdad nos ama tal cual somos, o que estamos llamados para alcanzar la vida eterna.
Pero como lo dijo Edward, si no podemos ver que eso es verdad, ese es problema nuestro.
Somos nosotros los que nos privamos de la vida que Dios nos ofrece.

Sí, todo lo que alguien puede decirnos de Dios de seguro suena a cuentos irracionales; pero si todo lo que Dios es cupiera en nuestra razón sería un Dios más pequeño que la mente humana, y entonces no sería Dios. 

A Dios no hay que comprenderlo, hay que dejarlo amarnos aun cuando lo que nos ofrece suene completamente irreal.

Conclusión

Esta película nos demuestra que es posible vivir como niños a lo largo de toda nuestra vida; contagiando alegría a través de las experiencias que Dios nos permite vivir.

Cualquier vivencia puede convertirse en una grandiosa anécdota que inspire carcajadas o asombro.
Lo que para unos puede ser meramente un suceso intrascendente, nosotros podemos optar por verlo de forma que se convierta en la aventura más inesperada de nuestra vida.

Claro que, no solo se trata de fijarnos en las vivencias cotidianas nomás por nomás.
Ese toque de “maravilla” en nuestras vidas puede resplandecer de manera trascendental por la Gracia Divina.

Ese encuentro con alguien en la calle, la forma en la que conociste a tu pareja, el episodio en el que aprendiste algo tan profundo por las simples palabras de alguien, todas esas y otras experiencias de tu vida pueden ser meras situaciones que te dejaron algo bueno a ti, o pueden ser historias que además de hacerte avanzar en la vida, pueden inspirar a muchos otros para aprender a ver la mano de Dios en sus vidas también.