Discurso del Rey (The King's Speech)

Reseña
Calificación de Reseña
Resumen
No solo las actuaciones de los dos protagonistas son una genialidad. El montaje de las escenas es impresionante, nunca sentí que el ritmo de la historia bajara. La evolución de los personajes y el vaivén entre aciertos y desaciertos te hace verlos como lo que son, personas comunes y corrientes.
Fecha de lanzamiento
Duración
1h 58m
Director
Tom Hooper
Elenco

Colin Firth
Geoffrey Rush
Helena Bonham Carter

Reseña INCLUYE spoilers

Reseña

Sensaciones generales
-Colin Firth y Geoffrey Rush hicieron una completa obra de arte con sus actuaciones. De lo mejor que he visto en años.

Soy fan del humor británico desde hace tiempo; y aunque esta película va más por el lado del drama, hubo muchas escenas en las que me robó una carcajada.
Y a mi esposa ni se diga, aunque sospecho que ella se reía más de mí que de la película.

Mientras veía la película me paso algo similar a lo que me sucedió cuando vi la serie de “Gambito de Dama”.
Esa historia giraba en torno a partidas de ajedrez, y aunque me gusta mucho jugar ajedrez, no pensé que se pudiera contar una historia emocionante partiendo de ese tema.
En esta película la historia gira en torno a un discurso, o por lo menos eso es lo que te hacen pensar con el título y la sinopsis.
Así es que, para mí, era aún menos prometedora que la serie de Netflix.

Y cómo agradezco que haya sido así, porque la sorpresa que me llevé fue aún mayor cuando por fin me permití ver la película.

No solo las actuaciones de los dos protagonistas son una genialidad. El montaje de las escenas es impresionante, nunca sentí que el ritmo de la historia bajara. La evolución de los personajes y el vaivén entre aciertos y desaciertos te hace verlos como lo que son, personas comunes y corrientes.

Fue una película que en verdad disfrute muchísimo de inicio a fin. Me dejó entusiasmado, con una sonrisa que todavía duró dibujada en mi rostro un par de días después de haberla visto.


Mis 3 momentos de la película

1-El comienzo de la terapia
No encuentro ni por dónde comenzar con este momento.
Lionel Logue, el terapeuta al que acude el rey es uno de los personajes que más he disfrutado en todos los años que llevo viendo películas. 
Lo digo sin exagerar, lo disfruté como niño chiquito abriendo sus regalos de navidad.

Es incómodo, astuto, gracioso, terco, atrevido, igualado, irreverente. 
Además, toda la comedia corporal que utiliza el actor es cautivadora. Sus caras, posturas. Disfruté de todo lo que hizo. Una de las mejores partes es cuando nos permiten ver por primera vez lo que hace en su consultorio.

Además, esta parte de la película me encantó porque en el proceso de la terapia con el rey vi reflejado lo que es el proceso creativo por el que muchos pasamos.
Veámoslo por puntos.

•Probar nuevos métodos
El rey ya probó un sinfín de terapias y ni las más recomendadas le han dado resultados. 
Su esposa se topa con este personaje que tiene fama de lograr resultados únicos. El problema es que sus métodos son algo excéntricos.
El rey, inconforme y dudoso accede al primer encuentro, que aparentemente no sale muy bien; sin embargo, a final de cuentas se rindió ante el proceso que cambiaría su vida por completo.

Por ahí escuché alguna vez esta frase: “Si quieres resultados diferentes, haz cosas diferentes”.
Esto yo lo tomo como una ley en los procesos creativos. 
Cualquier cambio en el proceso puede ser muy significativo.
Desde sentarme del otro lado de mi escritorio o cambiarme del estudio a la sala, hasta modificar mi rutina durante todo el día. Todo eso me suele ayudar a ver y abordar mis ideas de distinta forma.

Vencer el miedo a un posible nuevo fracaso y atreverse a probar un nuevo método es la clave para obtener mejores y nuevos resultados.
 
•Incomodar
El método de Lionel es realmente algo distinto. Ya desde que él decide dónde serán los encuentros (en su consultorio y no en casa del rey) marca una diferencia en relación con los otros especialistas que habían consultado.
Su frase “aquí todos somos iguales” también desafía las formas de aquella época. Incluso se atreve a llamar por su apodo familiar al príncipe, dejando de lado el oficial “Su alteza real” que debía utilizar.
Su método se apoya mucho en incomodar al paciente para que salgan a la luz las cosas que no deben estar ahí y son la raíz del problema.
Lo hace desatinar con respuestas sarcásticas. Le propone soluciones ridículas. Propone acuerdos absurdos para motivarlo.
Para el príncipe nada parece tener sentido, y, sin embargo, en más de una ocasión Lionel logra salirse con la suya.

Observar a alguien que es sacado de su zona de comodidad puede ser algo muy inspirador.

Yo disfruto hacer desatinar a los niños pequeños con cosas muy sencillas como meterles un juguete en la camiseta por la espalda o hacerles juegos de palabras para confundirlos. 
Esas cosas los incomodan lo suficiente como para que se detengan un momento y hacerlos razonar de forma distinta a como ya están acostumbrados.

Me gusta verles la cara como preguntándose “¿Qué es eso que siento distinto?”. Parece que comienzan a tratar de encontrar el origen de esa sensación.

Y creo que algo así funciona a la perfección también en los adultos.
Provocar sensaciones de incomodad mental puede ayudar a despabilar un poco nuestro cerebro. Hacerlo nos puede ayudar a considerar opciones que no solemos contemplar en nuestro día a día por estar habituados a vivir en la comodidad de la rutina.

Créeme, tener un diálogo contigo mismo y hacerte desatinar de vez en cuando es un ejercicio que definitivamente te ayudará mucho cuando tengas que desarrollar ideas para un proyecto.

•Encontrar pequeños catalizadores de resultados
Ya metidos en la terapia vemos una clásica secuencia de evolución. Solo que en vez de ver a un poderoso boxeador corriendo por las calles de Filadelfia y subir unas icónicas escaleras, vemos a dos señores vistiendo elegantes trajes que parecen jugar en medio de una oficina.
 —¡Acorta la M cuando dices mmmmmmmadre, balancéate mientras hablas, concéntrate en la efe! — Lionel le enseña al príncipe a concentrar su atención en puntos concretos. Lo ayuda a no ver la situación como un gran problema imposible de solucionar, sino como pequeños problemas que pueden resolverse paso a paso.

La situación del príncipe es algo muy particular. Debe concentrarse en letras y ciertos movimientos físicos.
Pero en nuestro caso puede ser cualquier cosa que funcione.
Hace un par de semanas tuve que leer un documento del Concilio Vaticano II para una tarea de la maestría.
El tiempo se me fue a lo largo de la semana y cuando por fin pude concentrarme en esa tarea ya era domingo; sólo me quedaba un día para leer 120 páginas.

Ya me había pasado algo similar tiempo atrás, e intentar leer un documento así en una sola sentada me costó mucho trabajo. Después de un rato comenzaba a dormitar, me distraía, me enfadaba. Fue casi como un castigo tener que terminar esa lectura.

En esta ocasión decidí intentar algo diferente.
Me propuse leer bloques de 20 páginas. Leía 10 páginas, descansaba 5 minutos y leía otras 10 páginas. Luego me tomaba una media hora para hacer otra cosa como lavar platos, hacer ejercicio, platicar con mi esposa, etc. Al término de esa media hora volvía a leer otras 20 páginas.

Cuando me daban ganas de revisar el celular no era difícil decidir esperar hasta terminar de leer las 20 páginas.
Con ese método pude terminar de leer el documento a lo largo del día sin cansarme o aburrirme y además aproveché el tiempo para hacer distintas tareas del hogar. Fue un día mucho más aprovechado.

• “Cualquiera que pueda gritar vocales a una ventana puede dar un discurso”
Y por último la cereza del pastel. 
Esta frase me mato. Lo que dice parece no tener ningún sentido. 
Cualquiera podría pensar que gritarle vocales a una ventana sería el ejercicio menos trascendente de toda la terapia. Y aun así a mí me encanto precisamente por la irreverencia que representa.
Es un grito de guerra tan desatinado que lo encontré encantador. No hay fallas en su sistema de motivación. Prácticamente cualquier persona que pueda emitir sonidos con su boca puede gritarle vocales a una ventana, incluso alguien tartamudo como el príncipe. Así es que dar un discurso queda al alcance de cualquiera que se lo proponga.

Este tipo de ideas motivadoras funcionan a la perfección cuando uno tiene bloqueos de inspiración.
El día que sientas que no puedes hacer tu trabajo, que tu cabeza está en mil lados excepto donde debe estar, recuerda esta frase y aplícala a tu contexto. Es más, no descartemos llevarlo a la práctica.
Ese día que no surjan las ideas, si tu entorno lo permite, grítale vocales a la ventana. De seguro con ese ejercicio algo se destapará en tu mente y las cosas podrán comenzar a fluir de nuevo.

Y estoy seguro de que encontrar tu propia frase aparentemente ridícula también te dará la motivación necesaria cuando más lo necesites.
Yo ya me comprometí conmigo mismo a encontrar mi frase ridícula motivadora.
Cuando la tenga se las compartiré gustosamente.

Todo esto que les comento aquí es aplicable en cualquier proceso en el que te encuentres y necesites desarrollar ideas.
Ya sea tu trabajo, tu escuela, en tu familia o en las actividades de la parroquia. Incluso en una relación de pareja.
Todas esas áreas de tu vida implican tener ideas y llevarlas a cabo. Y créeme, si aplicas algunos de estos puntos tu participación en el área que los apliques se verá enriquecida y la gente a tu alrededor lo agradecerá.

2-En encuentro con Lionel después de que muere el Rey (mostrar vulnerabilidad)
“¡Ha muerto el rey, larga vida al rey!”

No recuerdo cuándo fue la primera vez que escuché esa expresión, pero sí recuerdo que cada vez que la escucho me hace reflexionar. La vida de la realeza debe ser muy abrumadora.
Se ha muerto la máxima autoridad y cabeza de la familia. Madre, padre, hermano, hija, fue todo eso y mucha gente a su alrededor de seguro sufre su pérdida. 
Y, sin embargo, ni un minuto después de que muere ya deben celebrar al nuevo monarca de la nación.
Ni un día de luto libre de presión. Ya hay que comenzar a pensar en preparativos, ceremonias y protocolos.
Parece que no les dan ni un respiro.
Pero bueno, quién soy yo para hablar de monarquías cuando lo más cercano a ella que he estado ha sido ver algunas temporadas de The Crown.

¡Ha muerto el rey, larga vida al rey!
Bertie está algo desconsolado.
Muere su padre. Su hermano mayor, que es un aparente libertino quien rehúye a las responsabilidades es proclamado rey, lo cual deja ver un caos dentro del mundo inmediato de la realeza y el gobierno británico.
Y para colmo, nuestro querido príncipe tartamudo se entera de que las últimas palabras de su padre fueron: “Bertie tiene más coraje que el resto de sus hermanos juntos”.
Parece algo bueno, pero nunca haber escuchado palabras de aliento por parte de él mientras estuvo vivo debió ser bastante frustrante.
¿Por qué nunca se lo dijo directamente?

Imagina cómo pudo sentirse en ese momento el príncipe. Inconsolable, no solo por la muerte de su padre. Se acaba de enterar, después de toda una vida, que su papá realmente lo veía con admiración.
Debió ser un momento lleno de confusión siendo víctima de una mezcla de emociones.

¿Y a quién acude?
A su nuevo amigo. A esa persona con la que puede expresarse de una forma única. No cuenta con nadie más para hablar así. Para mostrarse vulnerable.

Ahí está la clave de este momento.
A pesar del drama en el que está viviendo nuestro protagonista, es un momento muy chistoso.
Lionel le pide que diga cantando lo que no puede expresar con palabras normales debido a su tartamudez. Hay un asunto con los aviones a escala que también es bastante hilarante.
Y ni qué decir de cuando el príncipe, al ser presionado para hablar cantando le dice a Lionel:
—No quiero hacer el ridículo
—Conmigo puedes— le contesta Lionel. Y el príncipe continuo:
—Porque eres peculiar—
—Tomaré eso como un elogio.

Es genial cómo le dan cabida al humor en medio del drama. Y esa magia sólo sucede cuando aprendes a estar cómodo con tu vulnerabilidad.
Cuando entiendes que a veces no puedes tu solo, que necesitas de alguien para poder rendirte. Para dejar de mantener la imagen oficial que se tiene de ti.

Quizá has perdido a alguien en medio de esta pandemia. O es probable que tu dolor no venga de una pérdida sino de algo más. Una frustración, una derrota. No importa su raíz, esta escena es una invitación a que perdamos el miedo a nuestra vulnerabilidad.
Al aceptarla y abrirnos con alguien de confianza podremos ver nuestra situación de una forma distinta.
Quizá el dolor no desaparezca, pero por lo menos tendremos mejor ánimo y más fuerzas para afrontarlo.

3-La discusión caminando en el parque y en el trono real

Lo siento, este momento realmente son dos momentos, pero van de la mano.
Aun en el consultorio, en ese rato de desahogo, Lionel pone sobre la mesa la posibilidad de que Bertie llegue a convertirse en rey y éste le pone un alto de tajo al tema.

Más adelante, después de un frustrante encuentro con su hermano, Bertie visita de nuevo a Lionel para hablar de lo sucedido. El terapeuta le propone salir a caminar y ahí retoma el tema de las posibilidades que tiene su amigo de convertirse en rey.
El príncipe reacciona peor que la otra vez. Le grita diciéndole que eso que plantea es traición al Rey y da por terminada la terapia. No quiere volver a verlo nunca más.

Poco tiempo después David, el hermano de Bertie, renuncia al trono, e inmediatamente su hermano menor es proclamado nuevo Rey y monarca del imperio británico.
Claro que esto provoca una avalancha de emociones y pensamientos en Bertie.

¿Qué hace al respecto?
Busca de nuevo a su viejo amigo Lionel, quien le ofrece una disculpa por su atrevimiento fuera de lugar y lo recibe en su vida una vez más.

Pero los esperaba un nuevo desacuerdo.

Ya inmersos en los preparativos de la coronación, la gente alrededor del Rey no aprueba la presencia de Lionel. Lo investigan y descubren que no es ningún doctor. Lo presentan como un farsante y convencen a Bertie de que no debe confiar en él.
El nuevo rey lo confronta, se muestra molesto y triste, pues se siente traicionado por la aparente farsa.
Pero Lionel aclara que él en ningún momento fue deshonesto. Nunca se presentó como doctor o médico, fue el rey mismo el que asumió que lo era.

De nuevo el momento dramático se desarrolla entre muchos toques de humor que lo hacen algo único.
Lionel no se enfada de estos desplantes de desconfianza por parte del Rey. Al contrario, lo afianzan más en su convicción de querer ayudar a salir adelante a tan peculiar personaje.
En vez de ofenderse por las acusaciones de las que lo señalan, éste opta por comportarse de forma aún más irreverente. 
Se dirige al Rey como Bertie a pesar de que este le exige dirigirse a él de forma oficial, con el clásico “Su alteza real”.
Mientras el rey está dando su discurso lleno de frustración, Lionel se sienta en la famosa “Silla de san Eduardo”, el trono especial para el rey en donde recibe su corona.

El rey se empeña en desconfiar de su amigo, pero éste se mantiene firme, se muestra seguro de su experiencia y no da paso atrás.

Estos momentos me llamaron la atención porque son un buen ejemplo de cómo muchas veces nuestro yo interior nos juega sucio y hace hasta lo imposible por sabotearnos.
Lionel solo le planteo una posibilidad. Pero esa posibilidad aterraba a Bertie. Llegar a ser rey era algo con lo que no se sentía capaz de lidiar. Eso lo llevó a rechazar al único que le hablaba honestamente y lo confrontaba para estar preparado.

Cuando esa posibilidad se hizo realidad de nuevo se aleja de quien lo está ayudando realmente.
¿Por qué? Porque Lionel representa la verdad con la que no quiere lidiar. La verdad que lo hace confrontarse con sus debilidades para fortalecerse, no para lamentarse.

Y eso nos pasa a muchos. Nos alejamos de quienes nos impulsan a ser mejores porque ser mejores implica trabajo duro, decisiones dolorosas y aceptarnos vulnerables.

Y hablando en cuestión espiritual ni qué decir.
Estamos llamados a ser parte de la realeza celestial y una y otra vez le ponemos freno a Dios y a quienes nos quieren ayudar a llegar a ese puesto que se nos ha prometido.
Somos capaces de entrar en el reino de Dios, no por méritos propios claro, sino por su Gracia.
Pero aun siendo herederos de la Gracia nos dejamos convencer (ya sea por miedo o por palabras de otros), de que no podremos hacerlo, que no estamos capacitados, que no lo merecemos.

Todo eso no importa. No se trata de ser perfectos para el puesto. Se trata de dejarnos ayudar por quien nos ama y quiere ayudarnos.
En el caso del Rey era Lionel.
En nuestro caso es Dios mismo, directamente con su Gracia y también a través de personas que se preocupan por nosotros.

Y claro, nunca faltara quien venga a desacreditarlo. A decirnos que es una farsa, que no podemos confiar en él. Que sus promesas de ayudarnos realmente no las puede cumplir, y que es mejor alejarlo de nuestra vida.
Pero al final de cuentas la verdad solo la encontraremos hablando directamente con él y permitiéndonos escucharlo. Viendo que lo que importa no son tanto “sus credenciales” sino la experiencia que nos ofrece.

Así como el rey aprendió a confiar en Lionel y darle su lugar a lo largo de sus años como Rey. Así podemos nosotros aprender a confiar en Dios, dejarnos ayudar y acompañar por él a lo largo de nuestra vida aquí.

Conclusiones
Creo que lo dejé muy claro, pero insisto, ha sido una de las mejores sorpresas que me he llevado al ver una película en los últimos años.
Me reí, emocioné e inspiré muchísimo.
Las actuaciones son brutales, la forma de contar la historia es impecable, y las enseñanzas que me deja son invaluables.
Te invito a que veas esta película y te des la oportunidad de hacerte algunas preguntas:
¿Qué tanta disposición tienes para intentar hacer las cosas de forma diferente?
¿Tienes a alguien cercano con quién puedas mostrar tu vulnerabilidad?
¿Tu cómo reaccionas ante quienes te quieren ayudar a vencer tus miedos?
¿Qué lugar le das a Dios en tu vida? ¿Le permites estar cerca y ayudarte?
 

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