En busca de la felicidad (Pursuit of Happyness)

Reseña
Calificación de Reseña
Resumen
Es impresionante el súper poder que tiene Will Smith para mantener su cara de angustian tan penetrante durante toda una película.
Lo hizo en “7 almas”, lo hizo en “Belleza inesperada” e incluso esa cara hace aparición en “Yo soy leyenda” y en “Hancock”; y sí, también lo hizo aquí.

Y esto no lo menciono quejándome, al contrario. Para alguien que creció viendo el rostro de Will Smith como un adolescente rapero y luego como un dedicado combatiente contra las amenazas extraterrestres que atentan contra nuestro planeta, verlo actuar de forma dramática es algo que impresiona, que en su momento sorprendió, y que siempre se disfruta.

Teniendo una personalidad tan alegre y simpática, de verdad me impacta ver la facilidad con la que provoca que se me apachurre el corazón cuando actúa en este tipo de películas.
Fecha de lanzamiento
Duración
1h 57m
Director
Gabriele Muccino
Elenco

Will Smith
Thandiwe Newton
Jaden Smith

Reseña INCLUYE spoilers

Reseña

“En busca de la felicidad” se publicó en el 2006. Pasaron 15 años para que me animara a verla.
¿Por qué? Porque todo el mundo me decía que iba a llorar un mar de lágrimas.
No es que sea el macho al que le guste aparentar que no llora o algo así, no tengo problemas con llorar.

Pero, así como no disfruto provocarme miedo con películas de horror, tampoco es que disfrute provocarme tristeza con películas de drama.
Si estoy viendo una película de la cual no tengo grandes referencias y resulta que al verla siento como si alguien tomara mi corazón, lo aplastara y bailara sobre él, bueno, es parte de la aventura de ver películas. Pero ir adrede a que te hagan eso ya sabiendo que sucederá, mmm, lo siento, pero no es lo mío.

Pero bueno, tampoco se me iba a ir la vida sin ver una película tan recomendada.

Ahora, creo que la alta expectativa provoco en mí su clásico efecto contrario porque mis ojos y mi caja de pañuelos lista a un lado se vieron decepcionados de la reacción que nos provocó esta historia.

Es hermosa, es inspiradora, y el hecho de que el actor que representa al hijo de Will Smith sea en verdad su hijo, a mi gusto le da un toque aún más intenso.
Sin embargo, no me hizo llorar como me lo prometieron.

Mis tres momentos de la película

1-Cuando le llega la idea de convertirse en corredor de bolsa
Ahora está de moda una cuenta en tiktok en la que un chico va por las calles de alguna ciudad en EUA y cuando ve un automóvil de lujo se acerca al conductor y le dice algo como “Oye, tu auto está genial, ¿qué haces para ganarte la vida?”

Básicamente Chris hizo lo mismo, solo que su pregunta no surgió de un “proyecto” para generar contenido en redes sociales.
Surgió de un anhelo que venía desde el fondo de su ser.
Un anhelo alimentado por la frustración de una mala decisión y de un plan fallido tras otro para salir de las consecuencias de esa decisión.

Ese automóvil se estaciona a su lado y el conductor se baja con una sonrisa enorme dibujada en su rostro.
Chris no solo ve un transporte bonito y lujoso. Ve realización, confianza, estabilidad.
Quizá ya han escuchado la famosa anécdota de que los profesores de mercadotecnia siempre dicen que “Starbucks no vende café, vende experiencias”, pues en este caso eso hizo ese coche, le vendió a Chris una experiencia que él deseaba con todo su corazón.

Para mí es el primer momento importante de la película porque es ahí cuando algo pasa a otro nivel de su vida. Algo cambia en él y pasa de enfocarse en lamentarse por la vida que tiene, a preguntarse por qué no tiene la vida que desea. Ve a todos a su alrededor sonrientes y motivados y se pregunta “¿por qué no puedo yo estar así?

Ese es el momento clave, cuando te detienes y te preguntas lo mismo: ¿Por qué yo no puedo estar igual de feliz?

Esa pregunta puede haber pasado por nuestra cabeza muchísimas veces, pero habrá una ocasión en la que las mismas palabras suenen distinto, y entonces sí, agárrate que tu vida va a cambiar.

Diez, cien o mil veces te podrás decir esa frase, pero, aunque tenga signos de interrogación, solo la escucharás como un lamento, Por qué yo no puedo ser así de feliz”, como diciendo “que mal que yo no puedo ser como ellos”.

Pero llegará ese día en el que te lo vuelvas a preguntar, pero ahora sí escuches la frase como una verdadera pregunta “¿por qué yo no puedo ser así de feliz?” y entonces la falta de una respuesta clara te hará moverte, te hará indagar en todo tipo de ideas que te puedan dar esa respuesta.

¿Será porque no tengo el trabajo que quiero? ¿Será porque me da miedo emprender un nuevo proyecto? ¿Será porque vivo teniendo expectativas demasiado altas? ¿Será porque la mayor parte de mi tiempo la dedico a algo que no amo hacer?

Puede haber cientos de respuestas, algunas te confundirán más y otras te aclararán el camino un poco, eso es lo de menos.
Lo más importante es que en ese punto de tu vida ya no hay retorno, ya no estarás conforme con lo que tienes, con esa alegría a medias. Te diste cuenta de que no vale la pena seguir dedicándole tiempo a un estilo de vida que no te lleva a esa felicidad que otros irradian y estarás determinado en hacer todos los cambios necesarios para tu también conseguirla.

Ver ese automóvil de lujo estacionarse a su lado provocó un punto de inflexión en la vida de Chris.

Puede haber muchas cosas que nos motiven y que contemos como logros en esta vida. Cambiar de trabajo, revitalizar una relación de pareja, estudiar algo que realmente nos guste. Todo eso cuenta como elementos para ayudarnos a conseguir una vida más plena. Pero el único cambio que realmente nos hará encontrar esa felicidad que nuestro corazón anhela con todo su ser es el encuentro con Dios.
Todo lo que Chris vive mientras se prepara y trabaja para ver si se gana un puesto en la compañía representa todas nuestras batallas mientras nos preparamos y trabajamos para ganarnos un lugar en el cielo.

A él se le prometió la oportunidad de conseguir un buen trabajo. A nosotros se nos prometió la oportunidad de conseguir la salvación eterna.

A Chris lo recomendó un ejecutivo muy amable, y aunque se ganó la simpatía de los altos mandos de la compañía, su contratación aún dependía de dar buenos resultados.

A nosotros nos recomienda Jesús mismo, él le habla de nosotros a su Padre. Y sí, también se nos pide dar buenos resultados en esta vida, pero esos resultados no dependen de matarnos trabajando mil horas, solamente dependen de que nos dejemos amar por Dios. Si abrimos nuestro corazón al amor de Dios, él mismo se encargará de que nuestra vida de los frutos necesarios para ganarnos el puesto prometido.

Y con esa idea presente se abren dos posibles caminos alrededor de esta reflexión.

1-Tengamos presente la importancia de estar atentos a los llamados que Dios nos hace. No siempre se abrirá el cielo y se escuchará una voz profunda diciendo nuestro nombre para darnos indicaciones de qué hacer en esta vida. De hecho, es casi seguro que eso no nos pasará. 
Pero estoy seguro de que sí sucederán cosas como la que le pasó a Chris. Él vio un auto estacionarse y eso fue suficiente para conectarse con sus anhelos y que su vida comenzara a cambiar.
Eso, visto con ojos de fe, fue un llamado de Dios.
Y a nosotros nos puede pasar igual. Quizá no con un auto estacionándose, pero sí con las palabras de algún amigo, con una frase leída en un libro, con un abrazo, con una canción, con lo que sea.
Dios habla todos los lenguajes que se te puedan ocurrir y también sabe cuál es la mejor forma de comunicarse contigo. Si tiene algo que decirte te lo dirá de la manera en la que sepa que tú puedes escucharlo y entenderlo, ten eso por seguro.
Ahora solo es cuestión de que tu tengas la disposición de escucharlo y estes atento a esas señales que él mandará a tu vida.

2-Si tú ya tuviste ese cambio en tu vida, si ya te encontraste con Dios y él te ha ayudado a encontrar el camino hacia tu felicidad, por favor, de verdad te pido de favor que no te olvides de eso.
Este personaje que se baja del auto pudo bajarse con una cara de enojo, o simplemente pudo no detenerse a responderle a Chris sus preguntas y la historia habría sido totalmente distinta.

Se vale que tengamos malos días y es imposible que siempre estemos sonrientes, no me refiero a eso.
Lo que te pido es que cada que puedas, trates de ser consciente de que si le permites a Dios habitar en tu corazón tú te conviertes en una tarjeta de presentación de Dios.
Tú puedes ser la primera impresión que alguien tenga de lo que es una relación personal con Dios.


2-Cuando comparte taxi con el encargado de recomendar a los practicantes.
Comencé haciendo campamentos de evangelización en la preparatoria. Siempre había gente que llevaba más años que uno y te acompañaba en el proceso para darte indicaciones. Y aun cuando ya me tocaba ir de encargado de alguna área, siempre sentías el apoyo institucional; si algo se atoraba, había a quien recurrir para que se solucionara.

Cuando me salí de la comunidad escolar y entre varios amigos formamos nuestra propia comunidad para hacer campamentos la cosa cambio.
Éramos nosotros con nosotros mismos. No había institución detrás. Nosotros construíamos, inventábamos desafíos físicos, desarrollábamos las charlas que se iban a dar. En muchos aspectos ya no había un manual que seguir.
Y cada inicio de un campamento nuestro coordinador general nos decía una frase que marco nuestro desarrollo como equipo: “Hagan como que saben”.

Nos decía “No importa que no sepan qué hacer o a dónde deben de ir o qué deben decir, ustedes hagan como que saben, porque cada campista que tenemos espera de ustedes seguridad y quiere poder confiar en ustedes”.

Quizá a algunos les suena como a un engaño, pero no voy por esa línea. Hacer como que sabes te puede llevar, tarde o temprano, a realmente saber.

Y eso fue lo que hizo Chris cuando compartió taxi con el reclutador de la empresa. 
El reclutador no le respondía llamadas ni le daba citas para inscribirse al programa de reclutamiento, así es que un día lo interceptó afuera de su oficina y fingió ir al mismo lugar que él para compartir taxi y tener un poco de tiempo para platicar.

Chris hablaba y hablaba de sus planes y de por qué quería entrar al programa, pero este cuate no le ponía ni la más mínima atención porque estaba obsesionado con un juguete que en esa época era nuevo: el cubo Rubik, ese que tiene muchas caras de colores y debes acomodar para que quede de un color completo cada lado.

Llegó un punto en el que el reclutador estaba desesperado por no avanzar y ahí fue que Chris “hizo como que sabía”. También desesperado por ver que no lograba captar la atención de él, Chris le dice “Yo puedo hacerlo”, él obviamente no le cree y Chris responde “No, estoy seguro de que puedo hacerlo”.

Y mientras describe el funcionamiento del juguete y lo va resolviendo sucede ese segundo momento determinante de la película: demuestra que puede.

No fue el gran discurso, no fue un papel obtenido por la preparación académica que recibió. Fue demostrar lo que podía hacer.
Estoy seguro de que ni el reclutador ni Chris pensaron que resolver un cubo Rubik sería la llave que abriría la puerta a una vida distinta, pero así fue.

Todo alrededor de ese cubo es digno de nuestra atención.
Chris, aun sin dinero, opta por subirse al taxi, sabe que si logra tener algunos minutos con el reclutador puede avanzar en sus aspiraciones.
Ya inmerso en el problema de tener que pagar el taxi, surge un segundo problema, el reclutador no está interesado en escucharlo.
Se le acaba el tiempo y no ve cómo hacer que esta jugada de frutos, hasta que se le presenta la solución en su cara: el cubo.

Repito, estoy seguro de que no razonó todo el procedimiento, pero de no haberse atrevido a hacer como que sabía resolver el cubo, se hubiera quedado siendo un trajeado más que el reclutador llegaba a conocer.
Sin embargo, gracias a que se atrevió, asumiendo el riesgo de verse como un tonto si no lo lograba, impresionó al reclutador (y al taxista que los llevaba) y eso fue lo que provocó que lo invitaran a formar parte del programa de practicantes.

Volvemos al tema de las formas en las que Dios se comunica con nosotros y nos habla.
En este caso fue un cubo en un taxi con un reclutador. Pero en tu caso pude ser algo más, cualquier cosa, la que te abra la puerta a una nueva oportunidad.

Puede ser en relación con un proyecto escolar, alguna idea sobre lo que te encanta hacer, una relación de pareja o de amistad, un trabajo o cualquier cosa. Hay veces que nos encontramos estancados en el proceso porque algo no se resuelve y lo único que necesitamos es observar, reconocer cuál es nuestro “cubo Rubik” en esa situación y probablemente “hacer como que sabemos”.

Básicamente eso es lo que yo hago en mi trabajo como Project Manager en una productora de podcasts.
Mi vasta experiencia en el mundo del podcasting era haber grabado unos 7 episodios de un podcast en el que compartía oraciones que yo mismo escribo y listo, nada más.

Cuando me invitaron a trabajar en la productora fui honesto con el director, le dije lo que sabía hacer y lo que no, pero le aseguré que lo que me encargara lo haría como si supiera hacerlo y me encargaría de aprender a hacerlo.
Y cada proyecto que tengo en mi escritorio es igual, hago como que sé y terminó sabiendo.

 

3-El discurso a Wayne mientras juegan basquetbol

En la primaria me fascinaba jugar basquetbol. Me la pasaba viendo videos de los juegos de los Toros de Chicago, analizaba sus jugadas y trataba de implementarlas en los partidos de la escuela. Todas las tardes mi hermano y yo íbamos a la unidad deportiva cerca de nuestra casa a jugar con los chicos más grandes. Ahí nos la vivíamos todos los días.

Cuando entré a la secundaria pensé que ese sería mi camino, el chico que jugaba basquetbol en vez de futbol. Pero algo se cruzó por mi camino: la música.

Desde muy pequeño tuve una batería de juguete. Y a lo largo de toda la primaria cada navidad le pedía al Niño Dios una batería de verdad.
A mis 12 años por fin obtuve el regalo más deseado de toda mi infancia, una batería de verdad.
Luego luego comencé a recibir clases de música en casa y fue mi maestro quién me hizo tomar una de las decisiones más determinantes de mi vida hasta ese momento.
Un día me dijo: Manuel, ahora que estás estudiando música es importante que elijas a qué le vas a dar más importancia, a la batería o al basquetbol. Si quieres ser músico no puedes estar yendo diario a jugar basquetbol, si un día te lastimas un dedo, una muñeca, una rodilla o un tobillo vas a tener que dejar de tocar por algún tiempo.

Recuerdo que me quedé pensando en esas palabras por el resto del día y eso fue todo, ahí terminó mi relación con el basquetbol.

Gracias a Dios mi maestro me dijo esas palabras buscando impulsarme a cuidar lo que yo realmente quería, que era ser músico.

A diferencia de mi situación, en la película Chris le da un discurso a su hijo sobre dejar de jugar no porque el basquetbol fuera algo que distrajera a Wayne de sus sueños, sino por miedo. 
Chris temía que Wayne fracasara y prefirió aconsejarle que ni siquiera lo intentara realmente.
Y ese, amigos, es uno de los peores consejos que cualquiera de nosotros puede recibir en la vida.

Mientras juegan Chris le dice a su hijo “Probablemente llegues a ser tan malo como yo en esto. Tu eres muy bueno en muchas cosas, pero no en esto, así es que por favor no quiero que estés jugando día y noche con el balón”.

Imagina que tu corazón anhela solo una cosa con todo su ser y la persona que más admiras en el mundo te dice que no sirves para eso que tu corazón desea.
Ahí es cuando se rompe por primera vez tu corazón.

Y eso no sucede solo cuando somos niños. A lo largo de la vida aparecerán familiares, compañeros de trabajo, incluso amigos cercanos que se tomen como una misión personal el hacerte saber que tus ideas, planes o anhelos son irreales y que debes dejarlos atrás. 
Te dicen una y otra vez que ya no es tiempo de buscar lograr tus sueños, que ya no eres un niño y debes ser más sensato con lo que haces con tu vida. Que esas cosas que querías ser de niño realmente eran tonterías.

Menos mal que en la historia de la película Chris recapacita a tiempo y cambia su discurso.
Alcanzó a darse cuenta del impacto que sus palabras iban a tener en su hijo y se dio cuenta de que él estaba haciendo con Wayne lo que todos hacían con él mismo, decirle que lo que buscaba era imposible de lograr.

Y entonces viene la escena se hizo más famosa de la película: 
«Nunca dejes que te digan que no puedes hacer algo. Ni siquiera yo. Si tienes un sueño, tienes que protegerlo. Si la gente no es capaz de hacer algo, van a querer decirte que tú tampoco puedes. Si quieres algo, ve por ello y punto»

Una parte de haberme tardado tanto en ver esta película fue porque vi esta escena muchas veces en videos motivacionales en congresos, en retiros y en redes sociales. Y siempre me pareció que la película ofrecía un discurso de esos motivadores que te hacen pensar que todo depende de ti mismo y yo no concuerdo con esa idea. 

No me gustan ese tipo de coach que se la pasan diciéndote que si no logras tus sueños es porque no te esfuerzas suficiente. Y no porque yo sea un amargado que vive resentido por no lograr mis sueños.

¡Al contrario!
No sé si en tu escuela era igual, pero en la mía se acostumbraba a que terminando los 6 años de primaria te dieran una playera con la caricatura dibujada de todos los alumnos del salón.
Y claro, el caricaturista te preguntaba cómo te gustaría salir en el dibujo.

La mayoría de mis compañeros salieron jugando futbol, muchas de las niñas salieron bailando ballet, otros dibujando, jugando Nintendo, o haciendo cosas que todos los niños hacen.

¿Y yo? Yo pedí que me dibujaran tocando la batería. Eso fue un año antes de que me regalaran mi batería, pero ser baterista ya era mi sueño.
Y hoy, 24 años después sigo riéndome cuando veo ese dibujo.

Si yo tuviera que darte un discurso sobre cómo lograr alcanzar tus sueños te diría solamente dos cosas:

Primero, que yo estoy convencido de que las metas se cumplen, y los sueños se viven.
Un sueño no tiene una fecha para terminar. Un sueño no se cumple y ya, desaparece.
Un sueño se vive desde que nace en tu corazón, se vive mientras trabajas para alcanzarlo, se vive mientras lo realizas y se vive cuando lo recuerdas.

Y los sueños se van viviendo mientras cumples las metas que te propones.
Terminar de estudiar sería la meta; dedicarte a lo que amas hacer sería el sueño.
Comprar una casa sería la meta, tener un hogar sería el sueño.
Casarte sería la meta, tener una familia sería el sueño.

¿Alcanza a notar la diferencia?
Las metas son cosas que se cumplen en un momento determinado, terminas la escuela cierto día, compras una casa en tal fecha, tienes tu boda en un día en particular. ¿Y después? A trabajar por la siguiente meta.

En cambio, dedicarte a lo que amas hacer no se cumple un día y ya.
Un hogar no se termina teniendo una casa, ni siquiera depende de tener una casa.
Una familia no se obtiene en un momento y listo.
Todas estas cosas se viven desde que las deseas, y te acompañan por años. Incluso si llegan a terminarse te seguirán generando buenas sensaciones al recordar el tiempo que los tuviste.
Esos son los sueños, lo que vives sin un límite de tiempo.

Y la segunda cosa que te diría es que, si quieres llegar a vivir tus sueños, compártelos.
Compártelos primero con Dios porque no hay nadie más que comprenda por qué sueñas eso y no recibirás mejor apoyo para buscar vivir tus sueños que el apoyo que Dios te ofrecerá.
Casi te puedo decir que sin Dios no se puede vivir un sueño.

Comparte tus sueños con Dios y no importará si alguien, sea quien sea, te dice que lograr esos sueños es imposible o una tontería.
A Dios no le preocupa qué tan grandes e imposibles parezcan tus sueños, al contrario, mientras más arriesgados, mientras más complicados parezcan, más se comprometerá a acompañarte en el camino por alcanzarlos.

En nuestra vida Dios es el que nos dice: 
«Nunca dejes que te digan que no puedes hacer algo. Si tienes un sueño, tienes que protegerlo. Si la gente no es capaz de hacer algo, van a querer decirte que tú tampoco puedes. Si quieres algo, ve por ello y punto»

¿Y sabes por qué?

Porque Dios es quien puso esos sueños en nuestro corazón.