Fiel Siervo de Dios en China

Recientemente tuvimos el privilegio de recibir al “Padre Tomás Y”, en las oficinas de la revista Columbana de Irlanda, The Far East (El Lejano Oriente). Su nombre había sido mencionado ocasionalmente durante las conversaciones de los sacerdotes Columbanos mayores, que habían servido como misioneros en China.

Finalmente, le había sido posible al Padre Tomás visitar a su hermana Teresita, una religiosa Columbana, y a sus amigos sacerdotes y religiosas que habían estado en China. A un observador casual se le podría perdonar el hecho de pensar que este sacerdote de 70 años, sonriente y lleno de vida, había llevado una vida tranquila y sin sobresaltos.

El Padre Tomás nació en 1929, en el seno de una antigua familia católica. Durante su niñez y juventud, las que pasó en Nancheng, tuvo la oportunidad de conocer a algunos de los misioneros columbanos y al obispo local, Patricio Cleary. Decidió prepararse para el sacerdocio en Shanghai. Pero sus estudios fueron interrumpidos al tener que pasar 16 meses en la cárcel sólo por ser miembro de la Legión de María. Cuando fue dejado en libertad, continuó sus estudios teológicos por su cuenta y fue ordenado sacerdote en 1957.

Un poco después de la Navidad de 1957, fue arrestado y encarcelado de nuevo. Desde entonces y hasta 1988, pasó gran parte de su vida en nueve diferentes cárceles y campos de trabajos forzados. Recuerda especialmente la prisión en Shanghai, con diez mil prisioneros, y la pequeña celda donde 60 prisioneros tenían que sentarse durante todo el día, en hileras y con las piernas cruzadas, y el campo de trabajos forzados, donde cargaba cubos de tierra durante 16 horas diarias. Y todo esto sólo por ser un sacerdote fiel a la Iglesia Católica.

¿Experimentó alguna vez arrepentimiento por haber decidido ser sacerdote? No. Durante los buenos y malos tiempos nunca perdió la convicción que Dios estaba cerca y que todo saldría bien. Con frecuencia experimentaba la presencia de Dios. La mayor parte del tiempo sus compañeros de prisión y hasta los guardias, lo trataron bien. Siempre estuvo dispuesto a dar ánimo y esperanza a otras personas, especialmente a los prisioneros jóvenes.

¿Cómo fue que conservó la cordura? Aprovechaba los pocos tiempos de descanso y quietud para reflexionar, para orar, para cantar cantos religiosos, para decir sus oraciones en latín y para escribir cartas. En años más recientes, cuando el régimen carcelario fue más benigno, las visitas de parientes y amigos fueron un gran apoyo. También le dio ánimos el saber que sus amigos al otro lado del mundo no lo habían olvidado y lo tenían presente en sus oraciones.

Desde su liberación, hace ya 10 años, impartió clases durante algún tiempo en el seminario de Shanghai, pero se ha dedicado principalmente al trabajo parroquial. Ha podido reabrir las parroquias en su área, que habían sido cerradas hace casi 50 años, cuando fueron expulsados de China los Padres Columbanos Luke O’Reilly, Michael Halford and Pat Sheehy. Al principio, sólo la gente mayor empezó a participar en las actividades parroquiales, pero durante los años recientes muchos jóvenes han empezado a participar.

No existe en él amargura por sus experiencias pasadas. Reconoce que la Iglesia Católica enfrenta dificultades en China por la presencia de la Iglesia oficial, reconocida y apoyada por el gobierno, y por la Iglesia clandestina.

¿Y a cuál se siente él pertenecer?

Sonriendo, contesta: “A una tercera Iglesia. Tengo amigos en ambos grupos y trato de trabajar con todos. Esta situación, como todas las demás, tiene dos lados, y para encontrar una solución es necesaria la comprensión mutua.”

El “Padre Y” está convencido que las perspectivas son buenas para la Iglesia Católica en China. A uno le queda la impresión de que, en esta etapa de su vida, se necesita de mucho para desanimar al Padre Tomás.

Al igual que Santo Tomás Moro, su fe ha sido puesta a prueba y a pesar de haber tenido que pagar un precio muy alto, él sigue siendo un fiel siervo de Dios.

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