El Espíritu de un Misionero

Hace unas semanas envié al Padre Mauricio una nota pidiéndole que escribiera algunos artículos sobre su experiencia misionera. Ahora ya anciano el Padre Mauricio ha regresado a su país, Irlanda. Después de 20 años en corea y 36 años en América Latina el Padre Mauricio tiene mucho que contar. Sin embargo él me contestó:
“Maria muchas gracias, por su muy amable mensaje de ayer. Si yo estuviese en buena salud, usted tendría mis mejores esfuerzos para un artículo sobre mis experiencias de misión en América Latina. Sin embargo, yo soy un hombre enfermo. Tengo cáncer de hueso y aunque amo América Latina simplemente no tengo la energía para escribir un artículo. Habiendo dicho todo esto, voy a hacer un esfuerzo para escribir uno tan pronto como sea posible. Mi problema no es la falta de deseo. Mi problema es falta de control. Me quedo dormido cuando menos lo quiero. El dolor interrumpe mis mejores deseos también.”

Aunque esta nota me hizo mucha impresión, quedé aún más impresionada cuando a la siguiente semana el Padre Mauricio me envió un pequeño artículo con la historia de cómo llegó él a Perú después de vivir por tantos años en Corea. Y a la siguiente semana… también unas notas de un posible artículo sobre su llegada a Corea.

Veo en él el espíritu de gente muy especial. Las dificultades no les desaniman y si sienten desánimo, aun así siguen luchando. Viven entre gente muy pobre, cuando si hubiesen querido, podrían vivir con mucha comodidad y bienestar. Dejan su tierra, su idioma, sus costumbres y con sencillez y cariño adoptan formas de vivir que no siempre deben haber sido fáciles de adoptar. Intuyo la gracia y la alegría de gente que como el Padre Mauricio tienen espíritu misionero. Siento su libertad de espíritu, y también la renuncia y cruz. Viven para los demás y aunque están siempre dando no parece faltarles nada.

Al final de una larga vida dedicada a servir y amar a Dios en los más pobres, el Padre Mauricio aún se esfuerza para compartir su vida y servir a otros. Las últimas estrofas del bello poema que él escribió en inglés hace un par de años y que aquí traduzco, parecen resumir de manera especial su espíritu y su camino:

“El espíritu de mi propia Galilea se revela
cuando miro hacia el mar y todos los mensajes caen libremente
a partir de las ondas del mar
Y me lleva a casa sano y salvo donde más abundan las bendiciones de Dios

El mar puede traicionar, el mar puede destruir, y el sonido ensordecedor de las olas, puede molestar
Pero la visión de las olas monstruosas espumando amenazadoramente
Provoca un estado de ánimo que destruye la hipocresía
Lo cual es, luchar por lo que no puede ser.

Deja que los pobres e indigentes vean la inmensidad
Que nace libre del mar sin fin
Esto refleja el amor salvador de un Hijo
Que fue crucificado en un árbol
A pesar de que calmó el mar de Galilea

El mar desconocido de la ambivalencia, la incomprensión y el
error, inunda con la lucha nuestra vida peregrina
Y en algún lugar de ese horizonte celeste
Llega una gracia que crece a ritmo acelerado y me rescata.

Que en lo cotidiano de nuestras vidas Dios nos dé también un espíritu misionero.

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